DE

Diálogo Mediterráneo
2023: Crisis en el horizonte del Mediterráneo

report
© Pixabay

La economía global continúa enfrentándose a los desafíos de la guerra que se libra en Europa. Y cuyas consecuencias preconizan, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), entre otros organismos internacionales, un horizonte económico complejopara 2023.

La contracción generalizada de la economía se extiende igualmente a la cuenca mediterránea, aunque de manera muy dispar, poniendo de manifiesto los límites del ecosistema energético europeo.

Así, del informe global, emitido en octubre de 2022 por el FMI, se desprende una desaceleración económica de 2,7% para 2023, pudiendo incluso acabar por debajo del 2%. Las grandes economías, EEUU, la zona euro y, en menor medida, China quedan tocadas. Y a los que el FMI vaticina un crecimiento del 1%, 0,5% y 4,4% respectivamente.

Es cierto que la disminución de la presión geopolítica del gas, gracias a la acumulación de hidrocarburos y al aumento de los tipos de interés, había conseguido aplacar la ola inflacionista a finales del 2022. Pero no así su componente subyacente, aquella que no tiene en cuenta la energía y los alimentos frescos. Y es, además, la que más preocupa y la que sigue en aumento en las principales economías de uno y otro lado del Atlántico y del Mediterráneo.

Si el retroceso chino se achaca a los confinamientos y a un sector inmobiliario en caída libre, en EEUU, Europa y demás economías emergentes se debe a la política monetaria restrictiva, emprendida en 2022. Un bucle que ha acabado enfriando la economía mundial, dejando tras de sí importantes déficits y una excesiva tasa de endeudamiento, agravada con un dólar en alza.

Así, la deuda italiana supone un 150% del Producto Interior Bruto (PIB), Francia un 114% y España se acerca al 120%. En el caso de Grecia, aunque haya salido de la estricta vigilancia financiera por parte de la Comisión Europea, su deuda se acerca al 180% del PIB y pone en peligro su desarrollo.

Llama mucho la atención la política monetaria turca. Opuesta a la ortodoxia económica, privilegia la reducción de tipos de interés y subidas salariares considerables. Como resultado, la inflación de segunda ronda alcanzaría el 84,4% en noviembre para recular al 64,3% el pasado diciembre.

plantas
© Pixabay

Un panorama más moderado se dibuja en el Magreb mediterráneo, donde Túnez se perfila como país de alto riesgo por su nivel de endeudamiento, superior al 100% del PIB. Además, tiene serias dificultades para financiar su déficit y las negociaciones con el FMI no avanzan. Un escenario político, económico y financiero preocupante que amenaza la frágil paz social del país. Mientras en Marruecos, según los últimos datos revisados, adjuntos a la nueva ley de presupuestos para 2023, la deuda está en 62%. Y la argelina se aproxima al 65%.

En este entorno geoeconómico, las perspectivas económicas resultan dispares. Más concretamente, la orilla europea del área mediterránea presenta un decrecimiento que oscila entre -0,2 de Italia, que entra prácticamente en recesión en 2023, y el 3% de Turquía. España con el 1,2% y Francia alcanzaría un 0,7%. De esta manera, la orilla norte registra un promedio, muy deficiente, de tan sólo 1,3%, tras haber obtenido un crecimiento alentador en 2022.

A contrario, el Magreb mediterráneo, donde dos de sus países son exportadores de hidrocarburos, presenta un promedio de recuperación del 10.88%. Destaca Libia con una previsión de crecimiento del l7,9%. Lo que confirma el restablecimiento de la actividad energética de un país dividido y que dispone de grandes reservas petroleras. En segundo lugar, aparece Marruecos con una tasa del 3,1% y Argelia con 2,6%. Túnez presenta el menor índice, 1,6%.

Más allá del Magreb, la previsión económica en Egipto se estima en 4,4% y una ratio cercana al 90% de deuda en relación a su PIB. Por otra parte, se prevé que Israel crezca tan sólo un 3%, habiendo crecido en 2022, al igual que Egipto, por encima del 6% y cuya deuda supone un 60% del PIB. Es de señalar que ambos países son exportadores de gas.

En 2022 se alivió la dificultad del suministro de gas con importantes stocks a través de adquisiciones lejanas, aunque a precios elevados. Es muy probable que el pesimismo del FMI y demás organismos tenga su origen en la cuestión de cómo se va a gestionar el precio del gas y de la electricidad en 2023. Esta incertidumbre podría justificar unas previsiones que se sitúan muy por debajo del potencial económico europeo. De hecho, el crecimiento medio de la orilla sur del Mediterráneo supera con creces al de la orilla norte.

molinos
© Pixabay

La guerra se libra en Europa. Una contienda que tiene todos los visos de permanecer más allá del 2023. Y Putin, debilitado y en recesión económica (-3,4 en 2022 y -2,3 para 2023), es consciente de que no la ganará con medios convencionales, donde la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está muy activa material e inteligentemente.

El pesimismo del FMI da también a entender que habrá más aumentos de los tipos a lo largo del 2023 por parte de la Fed y del Banco Central Europeo (BCE) fundamentalmente. A su vez, se corre el riesgo de que desaparezcan las compensaciones fiscales a empresas y familias. Esta intervención pública venía aliviando tanto el alto coste de la vida, en este último año, como apaciguando la perturbación de la paz social.

Los países de la orilla sur del Mediterráneo, menos expuestos al azar de la guerra, son en su mayoría exportadores de gas como es el caso de Libia, Egipto o Argelia. Marruecos, donde ya se han anunciado importantes reservas de gas, está implementando la economía verde sobre la base de la producción y consumo de renovables.

Y, por supuesto, la prolongación en el tiempo de la guerra, origen de todos los males, podría normalizar un cierto nivel, asumible, de la inflación. Queda por resolver la difícil dependencia europea de los carburantes fósiles.

A tenor del estrés geopolítico y ecológico reinante a los que se enfrenta la humanidad, esta crisis energética y, por consecuente económica, debe traducirse en una transición definitiva hacia energías y economías verdes.