DE

A Puerta Cerrada

Desinformación en servicios de mensajería
En Alemania, la desinformación o las noticias falsas, con frecuencia, son percibidas y abordadas como una amenaza para las campañas electorales, ya sean las elecciones federales de 2017 o las europeas de 2019. Con frecuencia se han descrito como un problema externo, y se ha prestado poca atención a la desinformación proveniente de Alemania. Se instó a las empresas de redes sociales, como Facebook, Twitter y YouTube, combatir la difusión de desinformación. El nuevo coronavirus, que ha devastado el mundo desde principios de 2020, reveló que la desinformación existe fuera de la política en un grado alarmante y su difusión va en aumento a través de servicios de mensajería, como WhatsApp y Telegram. Dos mensajes de voz que difundieron desinformación sobre COVID-19 se volvieron virales en Alemania y fueron compartidos con tanta frecuencia que el gobierno alemán finalmente tuvo que actuar. Estos problemas no son exclusivos de Alemania: la Organización Mundial de la Salud ahora habla de una infodemia en torno a la COVID-19 y las plataformas de redes sociales han comenzado a tomar medidas agresivas para combatir el aumento de la desinformación y de la información errónea, eliminando información falsa o engañosa en una escala nunca antes vista hasta ahora. El presente documento fue elaborado al inicio de la pandemia y, por lo tanto, los últimos eventos y hallazgos no serán considerados. Intentará describir los hallazgos actuales con respecto a la difusión de la desinformación utilizando los servicios de mensajería en Alemania, así como en India y Brasil, dos países que han tenido que afrontar ampliamente el problema. A fin de evaluar el alcance del problema, es crucial que utilicemos una terminología precisa. El término “noticias falsas” no se adapta a este debate debido a su ambigüedad. El presente documento se ocupa de la información que es inexacta (“falsa”) o a la desinformación. Con frecuencia, la información inexacta es el resultado de una investigación deficiente o un malentendido y no implica necesariamente malas intenciones. Por otro lado, la desinformación es deliberada, con frecuencia, es diseñada para difamar a figuras públicas o polarizar y desestabilizar sociedades. Usar el término “noticias falsas” para desacreditar afirmaciones de oponentes políticos o usarlo en una “campaña de información estatal” en un país extranjero no solo es perjudicial para el discurso democrático, sino que además nos impide comprender la influencia insidiosa de estrategias campañas de desinformación. No basta con distinguir entre la información errónea y la desinformación; el estado actual del “desorden de la información” exige que consideremos las diversas facetas de la información, así como los mecanismos por los que se difunde. Tanto en India como en Brasil, la desinformación compartida a través de los servicios de mensajería, especialmente WhatsApp, ha causado un considerable desorden. En la India, el servicio de mensajería es un factor fundamental en la difusión de mensajes que han resultado en linchamientos y violencia multitudinaria. En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro y sus aliados utilizan WhatsApp para difundir desinformación, desacreditar a los opositores políticos y silenciar a los críticos. Facebook, propietario de WhatsApp, ha hecho cambios técnicos en el servicio diseñados para detener la difusión de desinformación, alcanzando un éxito limitado. Es fundamental reconocer que las soluciones que se centran exclusivamente en los aspectos tecnológicos no parecen prometedoras. Varios estudios, analizados en este documento, muestran que los servicios de mensajería facilitan e intensifican la difusión de la desinformación. Cualquier solución debe tener en cuenta la complejidad con la que se difunde la información. Los estudios de caso muestran que la falta de confianza en el gobierno es un factor clave en la proliferación de la desinformación, al igual que el aumento del nacionalismo y sus epifenómenos, incluidos el racismo, el sexismo y el antisemitismo. Asimismo, la pérdida generalizada de confianza en el periodismo plantea un problema. La infodemia en torno al nuevo coronavirus pone de manifiesto la urgencia del tema. Un discurso matizado y profundo sobre la desinformación es decisivo, y dejado de ser adecuado abordar la desinformación como un problema predominantemente relacionado con las plataformas de redes sociales y la política. Solo una sociedad en su conjunto podrá lograr abordar el problema. Necesitamos un discurso social amplio y no podemos subcontratar la solución solo a las empresas de redes sociales.