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Emprendimiento
Emprendedores venezolanos en Perú y su contribución a la economía del país

Migrantes venezolanos en Perú
© Photo by pedrucho on Pixabay

Emprendimientos de migrantes como factor importante para dinamizar la economía local

En Perú viven alrededor de 1,5 millones de venezolanos, cifra que lo convierte en el segundo país con mayor población migrante venezolana en América Latina, detrás de Colombia, según la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (Plataforma R4V). 

Ante las dificultades para acceder al mercado laboral formal y las barreras para validar títulos profesionales, muchos venezolanos migrantes han optado por emprender y/o iniciar algún negocio como una forma de generar ingresos y continuar desarrollando sus capacidades.

Los emprendimientos de migrantes han contribuido a dinamizar la economía local y al crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI). El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta que para Perú sera de 4,0 % para el 2030.

En este Día del Emprendedor te compartimos las historias de Carlos, Celene y Leandro, tres migrantes venezolanos que han escrito sus historias de éxito con esfuerzo y dedicación.

Carlos Amundaraín, con su restaurante que ha cautivado al mercado con los sabores de la parrilla, Celene Oropeza con su tienda de ropa, y Leandro Casadiego, con su empresa de consultoría y comunicaciones, son ejemplos de la tenacidad y el talento de los emprendedores venezolanos en Perú.

Un pedacito de la tradición de una parrilla con familia y amigos

“Cuando yo salí de Venezuela le dije a mi madre que cumpliría mi sueño de tener un lugar donde vender comida”, cuenta Carlos Amundaraín, cofundador de D’Pana Restaurante.

Carlos nació en Margarita, al oriente de Venezuela. Por la crisis política, económica y social que se vive en ese país, él decidió salir con rumbo a Perú en el 2017. Llegó el 12 de agosto de ese año. “Todos veníamos con el sueño de encontrar oportunidades en este país”, expresa.

Cuando arribó a Lima, Carlos no sabía qué le depararía. Su primer trabajo en la capital peruana fue en una cevichería, en donde no tuvo una experiencia muy grata. “Trabajé todo un mes completo, pero me pagaron solo dos semanas”, recuerda. Sin embargo, eso no le impidió seguir trabajando para cumplir la promesa que le hizo a su madre.

En Perú, hasta el 2019 el 76 % de migrantes y refugiados venezolanos trabajaba en empresas muy pequeñas, que tienden a ser menos productivas y más informales, y el 91 % trabaja en la informalidad, de acuerdo con el reporte Inmigración venezolana: características e impactos macroeconómicos de ese año. Aunque no existe un reporte con información más reciente, hay proyecciones de que la cifra de informalidad se ha incrementado después de la pandemia.

Esta realidad fue la que le tocó vivir a Carlos. Al no conseguir otra oportunidad, tuvo que trabajar vendiendo kekes en las avenidas de la ciudad. De las ventas que lograba hacer en el día pagaba sus gastos fijos y, al mismo tiempo, ahorraba para su negocio.

Con el dinero reunido compró un carrito y lo adaptó para comenzar a vender comida tradicional venezolana. Más tarde, se unió a su hermano para adaptar un cuarto y ofrecer parrillas al estilo venezolano. Así comenzó su negocio, modesto pero exitoso, en el año 2019.

Sin embargo, en el 2020 llegó la pandemia, que trajo consigo una serie de desafíos inesperados. El negocio de Carlos no podría abrir sus puertas. Pese a ello, él pudo ingeniárselas durante ese tiempo complejo.

“Yo salía a comprar al mercado y veía que muchas personas cargaban sus bolsas. Por ahí comencé, ofreciendo mi apoyo y la gente me pagaba por eso”, recuerda.

Luego de eso, a medida que las restricciones por la pandemia se flexibilizaron, Carlos comenzó a preparar comida y a entregarla en las casas, o en los puestos del mercado.

Fue casi terminando el 2021 cuando tomó la decisión de buscar un espacio más amplio en San Juan de Miraflores, barrio ubicado al sur de Lima. Para octubre de ese año lo consiguió. Entonces, comenzó a escribir otra etapa de su historia, para que su negocio, D’Pana, pudiera crecer.

“Yo siempre he tenido el interés de crecer y poder ayudar a mi familia”, cuenta Carlos y continua. "Hace 8 meses nos aventuramos a iniciar nuestro negocio en San Miguel. Ha sido todo un desafío, pero nos hemos esforzado. Pude traer a mi mamá hace más de un año y medio, además traer a mi otro hermano. D’Pana se ha convertido en un negocio familiar, donde mis hermanos y yo trabajamos como cofundadores y lo estamos impulsando para crecer y marcar una diferencia en este país, que nos ha brindado esta oportunidad”, finaliza.

 

Carlos Amundaraín

Carlos Amundaraín, cofundador de D’Pana Restaurante.

© Cápsula Migrante

D’Pana se ha convertido en un negocio familiar, donde mis hermanos y yo trabajamos como cofundadores y lo estamos impulsando para crecer y marcar una diferencia en este país, que nos ha brindado esta oportunidad.

Carlos Amundaraín

Una marca que comenzó en Venezuela y se consolidó en Perú

Celene Oropeza, oriunda de Caracas, no se limitó a empacar su ropa cuando partió de su ciudad hacia Lima el 8 de mayo de 2018. En su maleta también viajaba su máquina de coser, una herramienta que ilustraba su pasión por la moda.

En Venezuela, Celene había creado en 2015 “Something”, una marca que tenía el propósito de vender ropa de segunda mano y buscar una manera de ser sostenible. Pero por la crisis del país, ella no vio otra opción que emigrar.

Desde Venezuela empezó a escribirle a algunas marcas y empresas que se encontraban en Lima con la intención de buscar una manera de colaborar con ellas, ya que además de emprendedora, Celene es diseñadora gráfica y fotógrafa.

Durante su primer año en Perú trabajó como administradora de una marca de ropa y, para el segundo año, se alió con otra marca más grande, que tenía su propia tienda física. “Estos trabajos me permitieron aprender sobre Gamarra (emporio comercial considerado como el más grande del rubro textil de toda Sudamérica), los tipos de tela, confecciones, la atención del público peruano, y cómo gestionar una tienda”, dice.

A pesar de lo complejo de la pandemia en el 2020, Celene lo vio como su oportunidad. “Renuncié al trabajo que tenía. Esto no hubiese sido posible si no hubiese tenido el apoyo de Diego, mi novio. En este tiempo me dediqué a crear contenido en redes, a posicionar mi marca”.

Así nació Onism.

Celene Oropeza

Celene Oropeza, diseñadora gráfica y fotógrafa

© Cápsula Migrante

“Durante un año y medio, mi marca funcionó en un departamento que había alquilado en San Isidro. Desde ahí despaché las ventas”, cuenta Celene.

Ya hace un año y medio que está en un nuevo espacio, ubicado en el distrito de Miraflores. Ahí tiene a dos mujeres que trabajan encargándose de la atención durante la semana, además de cinco costureras que se encargan de confeccionar los diseños de Onism.

“Comenzar un emprendimiento o un negocio lejos de casa es un desafío. Yo pagué un lugar seguro porque, como vine sola a Perú, no quería correr riesgos. Y a fin de mes recuerdo que me quedaba con solo 7 soles en mi cartera”, cuenta. Sin embargo, estos momentos fueron los que la definieron para lograr sus metas.

“Yo veo todo como una película, con episodios y capítulos. Cada situación que va pasando es para aprovecharla e ir aprendiendo. Veo todo como un aprendizaje”, dice.

Además de buscar inspirar a otras mujeres con su historia, también tiene proyectado en el mediano plazo apoyar a fundaciones que se dediquen al rescate y cuidado animal. Para su negocio ve la oportunidad de crecer con otra tienda en alguna región de Perú, y otra en Venezuela “para tener la oportunidad de siempre poder regresar a mi país”.

 

Yo veo todo como una película, con episodios y capítulos. Cada situación que va pasando es para aprovecharla e ir aprendiendo. Veo todo como un aprendizaje.

Celene Oropeza

Necesito construirme oportunidades

Leandro Casadiego es un comunicador social que llegó a Perú desde Valencia, Venezuela, el 18 de enero de 2018.

A pesar de las dificultades para encontrar un empleo estable, Leandro no se desanimó y buscó alternativas para construir su propio camino.Primero empezó experimentando con la repostería. Pero no le fue muy bien.

Pese a ello, su constancia lo hizo volver a intentar y emprender, esta vez con una agencia de marketing digital. "El proceso de poder emprender fue bastante rápido. Cuando llegué aquí a Perú pasé por una serie de cosas que me obligaron a pensar ‘necesito hacer algo’”, recuerda de sus inicios.

Entonces, tomó un momento para pensar con cabeza fría. “Necesito construirme oportunidades, pero como no las encontraba me dije: ‘me toca construirlas a mí'", comenta.

En el camino, Leandro se encontró con Alfredo Flores, otro comunicador venezolano que llegó a Perú un año antes que Leandro, y quien más adelante se convertiría en su socio. Juntos transformaron la agencia en Crezco Group, una consultora de comunicaciones que hoy brinda servicios a emprendedores, tanto migrantes como locales.

“Actualmente, esto que nació como un emprendimiento ha impactado también a la vida no solamente de migrantes, sino también de personas locales. Es entender que la migración es una oportunidad, no solamente a nivel personal, sino también para el país receptor”, comenta con orgullo.

Uno de los logros más importantes que Crezco Group ha alcanzado fue la realización de un estudio enfocado en las necesidades de la población venezolana en el Perú, que abordó diferentes temáticas como la de participación ciudadana de las decisiones políticas, tanto en Venezuela como en Perú. Este estudio se hizo en alianza con la Fundación Konrad-Adenauer (KAS), en un proceso que duró más de 5 meses y un equipo de encuestadores a nivel nacional y especialistas en data.

Esto que nació como un emprendimiento ha impactado también a la vida no solamente de migrantes, sino también de personas locales. Es entender que la migración es una oportunidad, no solamente a nivel personal, sino también para el país receptor

Leandro Casadiego
Leandro Casadiego

Leandro Casadiego, comunicador social

© Cápsula Migrante

¿Cómo aporta la migración venezolana a la economía de Perú?

De acuerdo con la encuesta presentada en el informe  “Panorama sobre el acceso a los servicios públicos por parte de la población migrante y refugiada venezolana: un análisis sobre los servicios de empleabilidad en Perú y Colombia”, realizada por Equilibrium CenDE y la Fundación Friedrich Naumann, la mayoría de los migrantes y refugiados trabajan en la economía informal, ya sea en el comercio ambulante o en puestos de trabajo sin contrato ni acceso a la protección seguridad social. Según datos levantados por este estudio, el 78% de la población migrante y refugiada en Perú que se encuentra empleada no tiene contrato laboral y el 64% no está afiliado a un seguro de salud.

Además, la población migrante suele ganar menos que los ciudadanos locales, o no cuentan con un contrato de trabajo formal. Sin embargo, hacen un aporte importante en el desarrollo económico del Perú.

El autoempleo se ha convertido en una alternativa importante para la población migrante venezolana que se encuentra en Perú. Y aunque es una opción que permite generar ingresos y construir oportunidades, también implica diversos desafíos.  El estudio evidencia una percepción sociolaboral mayoritariamente positiva acerca de la población migrante y refugiada venezolana. En general, se considera que los venezolanos tienen un alto nivel educativo y buenas competencias técnicas. Sin embargo, lo que más destaca sobre la percepción local sobre los venezolanos es su capacidad en habilidades blandas, tales como liderazgo, responsabilidad y capacidad de aprendizaje rápido.

En 2021 la Cámara Venezolana Peruana de Empresarios y Ejecutivos (Cavenpe) y la KAS publicaron un estudio que devela el impacto económico de la migración venezolana en el Perú en el que analizaron los ingresos y costos fiscales asociados al fenómeno migratorio.

Eleonora Silva, miembro de la junta directiva de Cavenpe, resalta los hallazgos del informe que indican que, a pesar de la pandemia, la población venezolana en Perú generó un impacto fiscal neto positivo ascendente a S/ 139.805.380 (equivalentes a USD 39.944.394).

Sin embargo, frente a este impacto y, a pesar de la alta preparación y de la edad productiva, la población migrante venezolana en Perú aún enfrenta dificultades para acceder a empleos formales que se ajusten según sus capacidades y profesiones de origen.

Sobre este punto, Carolina Mejia-Mantilla, economista sénior en la Práctica de Pobreza y Equidad del Banco Mundial, explica que en los países Chile, Colombia, Ecuador y Perú los migrantes venezolanos son bastante jóvenes y están en edad de trabajar, lo que podría significar un impacto para el crecimiento de estas naciones.

“Son personas que pueden contribuir de manera importante al desarrollo económico de los países o de las comunidades de acogida, no solo porque son jóvenes en edad de trabajar, sino porque tienen un alto capital humano o un alto nivel de educación”, comenta.

Para Mejía-Mantilla, la sobrecalificación de los migrantes venezolanos representa una oportunidad para el desarrollo del Perú.

“Se ocupan en empleos para los cuales sus habilidades superan lo que es necesario y lo cual daría un espacio para mejorar en términos de eficiencia”, destaca la especialista. “Si ellos pudieran emplearse al nivel de sus capacidades y en empleos para los cuales sus calificaciones y su educación les alcanza, pues habría una mayor contribución económica a esta población en estos países”, agrega.

¿Cómo aprovechar el talento de la migración venezolana?

La especialista plantea cuatro elementos que, para ella, son claves de cómo se puede aprovechar la migración venezolana. El primero es la inclusión económica, que se debe generar “a través de canales regulares, y con derechos laborales comparables con las comunidades de acogida para que no hayan efectos negativos”.

Otro es el acceso a servicios básicos como la educación y la salud de la población migrante. Este acceso se debe dar por los sistemas nacionales de prestación de servicios y no por sistemas paralelos, de modo que la población migrante se integre con la local.

Asimismo, indica que la inclusión social de los migrantes, como tercer elemento, es fundamental para aprovechar su talento y potencial. Esta inclusión no solo potencia los beneficios de integración económica, sino que promueve la cooperación entre migrantes y locales y genera una mayor cohesión social.

Por último, indica que es fundamental recolectar y analizar datos sobre la migración y el perfil de los migrantes de manera sistemática y frecuente. Esto permitirá tener un registro actualizado de la población migrante y sus necesidades, lo que facilitará la implementación de políticas públicas efectivas.

La propuesta de Mejía-Montilla en su informe "Venezolanos en Chile, Colombia, Ecuador y Perú: fuente potencial de desarrollo" es completa y coincide en gran medida con las ideas del Banco Mundial sobre la migración.

El punto de partida de Mejía-Montilla es que la migración, incluyendo la población de refugiados, tiene un potencial de desarrollo para los países de acogida. Sin embargo, para que este potencial se materialice, se requieren políticas que puedan propiciar la integración de esta comunidad.

El reporte del Fondo Monetario Internacional (FMI), Regional Spillovers from the Venezuelan Crisis: Migration Flows and Their Impact on Latin America and the Caribbean, plantea que los flujos migratorios de Venezuela pueden traducirse en un aumento significativo del PIB en algunos países donde llegan.

De acuerdo con la proyección del Fondo, Perú podría registrar un aumento del PIB en 2030 del 4,4% si considera los flujos migratorios que llegan al país, seguido de Colombia con 3.7 %, Ecuador con 3.5 %, y Chile  con 2.6 %.

Para Eleonora Silva, miembro de Cavenpe, indica que hay una gran oportunidad en el país. Desde hace algunos años el Estado peruano viene realizando procesos de regularización para migrantes y refugiados.

“Lo peor que puede pasar con la migración es dejarla en el limbo, que no estén ni cuantificados ni censados. Por eso, estas medidas ayudan a tener un mejor panorama e identificar las oportunidades que pueden generarse para la población migrante venezolana en Perú”, finaliza.

 

Sobre los autores

Pierina Sora y Héctor Villa son dos jóvenes periodistas migrantes
radicados en Lima que impulsan el proyecto Cápsula Migrante