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Impacto de la guerra
Ola inflacionista en el Mediterráneo

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La tendencia inflacionista actual sería el resultado de una combinación de factores como los cuellos de botella en la producción, tras la pandemia, las ansias de recuperación post-Covid y, sobre todo, la guerra en Ucrania. Europa, EE. UU. y los diferentes países de la cuenca del Mediterráneo se muestran incapaces de controlar esta escalada histórica de precios por oferta energética.

Los datos de junio del Eurostat indican un aumento del IPC de la eurozona respecto al mes de mayo, del 8,6% y la subyacente de un 3,7%. Una subida que responde principalmente al alza del índice interanual del 42% de la energía frente al 39,1% del mes anterior.

Por otro lado, la cuenca mediterránea presenta un promedio del IPC en junio de más del 29%. Una media que comprende catorce países, incluidos los europeos, donde destaca el Líbano con un índice de 211% y Turquía de 78,6%.

En Italia dimite Draghi al no encontrar apoyo de sus socios de coalición para sus medidas antiinflación, habiendo registrado un interanual en junio del 8,3% y la subyacente en 3,8%. Datos por debajo de la media de la eurozona y de la zona mediterránea. Donde Grecia apunta una tasa del 12,1% en junio (11,3%, mayo). Y España, sensible a los cambios coyunturales repentinos, tanto del lado de la oferta como de la demanda, presenta una tasa interanual del 10,2% y la subyacente de 5,5%. Y un nuevo paquete de medidas temporales acaba de ser aprobado.

Cabe destacar la moderación del IPC en algunos países mediterráneos como Israel, que lleva décadas controlando su inflación al milímetro desde aquel 500% de los años 80. El país hebreo obtiene un índice del 4,4% en junio, frente al 4,1% de mayo. Dentro de los países con subidas moderadas está Malta con 6,1% (5,8, mayo) y Francia con 5,8% (5,2%, mayo). El país galo se muestra más resiliente por depender más de sus centrales nucleares y mucho menos del gas ruso. La nacionalización de la eléctrica EDF habría mejorado las expectativas.

Si bien en el Magreb, Marruecos presenta mejor índice del 7,2% en junio (5,9%, mayo), no deja de ser un mal dato impulsado esencialmente por la subida del precio de los alimentos y del transporte, pese a las subvenciones al gas butano y a alimentos básicos, así como al sector del transporte con un importe cercano a 3.000 millones de euros.

Túnez, país que se encuentra en un impasse político, envuelto en una crisis financiera anterior a la guerra, registra una tasa de junio del 8% contra el 7,9% de mayo.

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Por su parte, Argelia tras relajar los impuestos y restringir las importaciones para atajar la inflación que arrastra desde hace años, el dato de “abril” (en ausencia del dato de mayo y junio) alcanza los dos dígitos, 10%, y se prevé un índice de junio al menos cercano al de Egipto, quien presenta un interanual del 13,2% frente al 13.5% de mayo. La inflación importada a través de los alimentos en general, y muy particularmente de los granos, castiga tanto a Argelia como a Egipto a pesar de ser países exportadores de gas.

Preocupa, y mucho, el dato del Líbano, en crisis política, económica y financiera, muestra un interanual de mayo, fuera de control, del 211%. Le sigue Turquía con el 78,6% en junio. Una inflación galopante que ambos países vienen acumulando desde antes de la agresión rusa de Ucrania.

Esta dispersión y escalada del nivel de inflación en Europa y en la cuenca mediterránea, donde la sequía y el fuego hacen estragos, obedece a diferencias en las pautas de consumo de los hogares y del peso de la energía y de los alimentos que componen la cesta. A diferencia de los países euro mediterráneos, en Argelia, Egipto o Turquía la situación empeora con la depreciación acumulada de sus respectivas monedas frente al dólar. En otros, como Líbano, se agrava además por el nivel de deuda.

Al otro lado del Atlántico, y pese a las subidas consecutivas del tipo de referencia por parte de la Reserva Federal de EE. UU. (Fed), la última en junio de 75 puntos, para situarlo en 1,5%, la escalada del IPC no cesa, pasando del 8,3% de abril al 8,6% de mayo y al 9,1% de junio. El Banco Central Europeo (BCE) acaba de hacer lo propio elevando el tipo director en 50 puntos después de ocho años en negativo.

Asimismo, en marzo, el Banco Central de Egipto (BCE) eleva el tipo en 100 puntos, hasta el 9,75%, mejorando el IPC de junio en tan sólo tres décimas. Y en mayo, la autoridad monetaria tunecina decide a su vez elevar el tipo director en 75 puntos, estableciéndolo en 7%, y en 100 puntos la remuneración de los depósitos que queda en 6%, premiando así el ahorro frente al consumo. Un mes después, el IPC interanual subió una décima en junio.

En el caso de Turquía, no son los tipos que suben, sino el salario mínimo que lleva ya dos actualizaciones importantes. La espiral inflacionista, de segunda ronda, parece difícil de detener.

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La política monetaria restrictiva privilegia el freno de la inflación al ya débil crecimiento económico, con el riesgo de provocar una estanflación. La guerra de Ucrania no es sólo un calentamiento de la economía. Sus consecuencias producen una inflación por el lado de la oferta energética con metástasis en los demás sectores.

Actuar sobre la demanda de hidrocarburos rusos en busca de un escenario cierto, como es la desconexión total, supone tomar las riendas de la crisis, por muy dolorosa que sea la decisión, pues se evita la incertidumbre y el chantaje de Putin. Sin embargo, todo indica que la UE sigue sin ver las alternativas, firmando así el revés de su transición hacia las renovables.

El continuo y sofisticado rearme de Ucrania vaticina una larga guerra, y una inflación duradera en el tiempo, donde las medidas transitorias anticrisis serán de poca utilidad para surfear la ola.