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Líderes liberales
Hacia un nuevo multipartidismo

Begoña Villacís, Deputy Mayor of Madrid (Ciudadanos)

Begoña Villacís, Deputy Mayor of Madrid (Ciudadanos)

© Thomas Holbach, CC BY-SA 4.0

Durante tres décadas desde la restauración democrática de 1978, el sistema político español se configuró como lo que los politólogos denominan un “bipartidismo imperfecto”. A pesar de que el sistema electoral era, y es, proporcional y no mayoritario, la combinación de la “ley D’Hondt” como método de asignación de escaños y el tamaño y número de diputados de cada circunscripción producen en la práctica un efecto “semi-mayoritario”. Esto significa que los dos partidos principales -históricamente, el socialista y el conservador- cuentan con una gran ventaja de partida sobre terceras y cuartas fuerzas nacionales. Si tradicionalmente el principal damnificado del sistema era IU (eurocomunista-verde), en la última década otros partidos han sufrido sus efectos, singularmente Ciudadanos.

El origen de este equilibrio, tan lesivo para el pluralismo político, y tan contrario al fundamento de un modelo supuestamente proporcional, hay que buscarlo en ciertos rasgos de la historia política española. Por un lado, el sistema de la Restauración establecido por Antonio Cánovas del Castillo y consagrado en la Constitución de 1876 -no olvidemos, la más longeva de nuestra historia después de la hoy vigente- se articulaba en torno a varios principios, de los cuales seguramente el más característico fuera “el Turno”: es decir, la alternancia pactada entre el partido Conservador del propio Cánovas y el Liberal de Práxedes Mateo Sagasta. Como es sabido, dicho turnismo se articulaba a partir de procesos electorales dirigidos, y de una profunda corrupción, que contaba con el “cacique” como figura señera. No obstante, el Turno consiguió pacificar hasta cierto punto la vida política española durante cuatro décadas, incidiendo sobre el proceso que habitualmente resulta más traumático: el traspaso del poder. Y aunque a la postre no sobrevivió a las turbulencias posteriores a las jornadas revolucionarias de 1917 y los fracasos en las guerras coloniales, el paradigma del turnismo ha dejado una profunda huella en la conciencia española.

Tras el fin de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera, se implanta en España un régimen republicano que despierta enormes esperanzas tanto en las clases intelectuales como las populares, que se incorporan a la política de masas por primera vez. Sin embargo, el sistema político de la Segunda República tendrá enormes problemas para integrar el pluralismo y gestionar el traspaso de poder entre los bloques de izquierdas y derechas. La segunda experiencia republicana española termina trágicamente en julio de 1936 con el alzamiento de los militares sediciosos, y da paso a la Guerra civil y a una dictadura que durante cerca de 40 años elimina todo rastro de pluralismo político que no esté contenido en las llamadas “familias” del Régimen.

Por todo ello, cuando llega el momento de articular la Transición democrática, tanto el ejemplo de estabilidad dirigida del Turno, como el negativo del sistema electoral y las dificultades para aceptar el pluralismo de la Segunda República tienen un gran peso. Además, se intenta facilitar que el partido-sistema del momento, la Unión de Centro Democrático, cuente con cierta ventaja frente a comunistas y socialistas, en aras nuevamente de la “estabilidad” de la nueva democracia. Por ello, en la ley electoral el reparto de circunscripciones y escaños privilegia a las provincias interiores, menos pobladas y tradicionalmente más conservadoras, frente a las grandes ciudades y el litoral.

En la práctica, tras el hundimiento de la UCD y los pobres resultados de un Partido Comunista que había protagonizado la lucha contra la dictadura, el sistema político de la Transición acaba pivotando en torno al PSOE y Alianza Popular, la coalición conservadora de la que acabará naciendo el Partido Popular. Papeles menores le corresponden a IU, la coalición de izquierdas que incluye al PCE; y durante un tiempo, al CDS, el partido de centro que funda el ex-presidente Adolfo Suárez tras el descalabro de la UCD.

Begoña Villacís, Deputy Mayor of Madrid (Ciudadanos)

Begoña Villacís, Deputy Mayor of Madrid (Ciudadanos) at the FNF Madrid Autumn Reception, November 2022.

© FNF Madrid

En esencia, este ha sido el esquema imperante en la política española hasta la década de 2010. El “bipartidismo imperfecto” ha dado estabilidad a la democracia española, sí, pero a cambio de instalar vicios muy graves y de erosionar el principio de proporcionalidad y la igualdad del voto de todos los españoles. La falta de competencia para socialistas y conservadores ha favorecido la aparición de redes clientelares y la corrupción; ha reducido la variedad de opciones y la amplitud de políticas públicas disponibles, impidiendo la innovación en el sector público; ha permitido un reparto a menudo obsceno de las instituciones y todo tipo de entes públicos y semi-públicos; y ha impedido la rendición de cuentas y el castigo electoral a todas las conductas anteriores. Baste comprobar el grado de deslegitimación al que han llevado PSOE y PP al Consejo General del Poder Judicial en su afán por controlarlo. En suma, una democracia “cartelizada” en la que los dos principales partidos cambian cromos y se reparten el Estado como un botín en perjuicio de todos los ciudadanos.

Pero además, la penalización electoral de las terceras y cuartas fuerzas nacionales, sumada a la facilidad de los partidos nacionalistas e independentistas para obtener representaciones generosas concentrando el voto en unas pocas circunscripciones, ha provocado que fuerzas contrarias a la unidad de la nación y a la igualdad de los ciudadanos actúen como veto players y árbitros del gobierno central. La actual legislatura de Pedro Sánchez es el ejemplo extremo, con una alianza estable que incluye no sólo a los independentistas de ERC sino a un partido heredero de la banda terrorista ETA; pero hay que recordar que también el PP ha entrado con frecuencia en esta lógica disgregadora: las mayores transferencias de competencias hacia la Generalitat catalana se produjeron tras el “Pacto del Majestic” entre José María Aznar y Jordi Pujol.

Fue precisamente la tensión provocada por las cesiones a los nacionalistas la que ocasionó la primera ruptura por el centro del sistema de partidos desde la desaparición del CDS de Suárez. En 2006 se funda Ciudadanos en Barcelona a partir de un grupo de intelectuales de izquierda moderada. En los siguientes años se comprobará que en el nuevo partido conviven un alma socialdemócrata y otra más liberal. En 2008 UPyD entra por primera vez al Congreso de los Diputados con una diputada, Rosa Díez, proveniente del PSOE. Era solo el principio.

En ese mismo año de 2008 empiezan a manifestarse de forma rotunda los efectos de la crisis financiera global, que en España se agravan debido a la burbuja inmobiliaria y la quiebra del sistema de cajas de ahorros -cajas públicas que, por supuesto, estaban gestionadas ante todo por los dos grandes partidos del sistema y sus redes de afines. El gobierno socialista niega primero la crisis y luego se aferra a los efectos del plan de gasto con el que ha pretendido combatirla (Plan E); pero en mayo de 2010 se ve obligado a congelar pensiones y recortar sueldos de funcionarios y prestaciones. La opinión pública se lo hace pagar, y el presidente Rodríguez Zapatero desaparece de la escena convertido en un fantasma durante el último año y medio de legislatura. Precisamente un año después de los recortes, en mayo de 2011, se produce la eclosión del movimiento de los “indignados”, el 15M, que marcará un nuevo paso en la quiebra del sistema de partidos español.

La respuesta a la crisis del gobierno del PP provoca movilizaciones en la izquierda, que ante el descrédito del PSOE empieza a articularse en discursos radicales y antisistema. De este caldo de cultivo nace Podemos, un pretendido partido-movimiento en sus inicios, que se alimenta de profesores universitarios y activistas veteranos de izquierda. A medida que la legislatura avanza, los medios de comunicación van destapando casos de corrupción del Partido Popular que multiplican el descontento y dan alas a los “nuevos partidos”. En 2014 Podemos y Ciudadanos entran en el Parlamento Europeo. Al año siguiente ambas fuerzas irrumpen con rotundidad en las elecciones generales: Podemos más centrado en el malestar económico y en una interpretación ideológica y moralista de la corrupción; Ciudadanos con un aire tecnocrático y capitalizando la voluntad de reformas y de limpieza de las clases medias nacionales.

Begoña Villacís, Deputy Mayor of Madrid (Ciudadanos)

Begoña Villacís, Deputy Mayor of Madrid (Ciudadanos) at the LGTBI FNF Madrid event, June 2020.

© FNF Madrid

El resultado de diciembre de 2015 produce un bloqueo en el Congreso de los Diputados que sólo se resuelve con unas nuevas elecciones, de las que Mariano Rajoy sale reforzado. No obstante, su mayoría sigue siendo insuficiente, por lo que el Partido Popular tendrá que negociar un acuerdo de legislatura con Ciudadanos. Se trata del primer ejemplo de colaboración estable entre dos partidos de ámbito nacional. Aunque Ciudadanos no entra al gobierno, sirve de apoyo parlamentario y saca adelante dos presupuestos, introduciendo políticas novedosas como el complemento salarial para jóvenes o la ampliación de permisos de paternidad. Se trata de una colaboración virtuosa que permite sacar al país del bloqueo, darle un gobierno estable pero vigilado y promover políticas públicas que los viejos actores políticos no habían considerado antes.

En el nivel autonómico también se produce la colaboración de los nuevos partidos. Ciudadanos apoya al gobierno del PSOE en Andalucía desde 2015 con la exigencia de luchar contra la corrupción endémica y abrir la economía. En 2018 se abre un nuevo ciclo cuando el partido liberal entra a gobernar en la comunidad andaluza junto al PP, acabando con 40 años de hegemonía socialista y dando un nuevo impulso en términos de dinamismo económico y limpieza institucional. También en Castilla y León y Madrid se producen coaliciones de gobierno entre liberales y conservadores, que abren etapas de crecimiento económico, regeneración y rendición de cuentas.

La colaboración virtuosa se extiende también al ámbito municipal. Tras varias décadas de hegemonía conservadora y un gobierno fallido de las izquierdas, que practican entre 2015 y 2019 una política sectaria y clientelar, los representantes de Ciudadanos Madrid entramos al gobierno municipal con el Partido Popular. José Luis Martínez Almeida es nombrado alcalde y yo asumo el cargo de vicealcaldesa. Desde entonces, y sabiendo todo lo que nos separa en términos de ideas, de cultura política, de ambición y de transparencia, hemos conseguido una colaboración leal que ha dado lugar a un gobierno de la ciudad más transparente, innovador y abierto a Europa y al mundo. Los logros de estos últimos tres años no hubieran sido posibles con un gobierno monocolor, especialmente si tenemos en cuenta los vicios y las tendencias del bipartidismo español.

Y los logros están a la vista. Hemos desbloqueado desarrollos urbanos que llevaban parados décadas con gobiernos conservadores y de izquierdas. Hemos aumentado la transparencia y la rendición de cuentas, incluso en momentos tan delicados como la pandemia. Y hemos vuelto a la escena internacional, proyectando a Madrid a su lugar natural como la gran metrópolis del Sur de Europa y el vínculo privilegiado con América.

Mientras esto sucedía en la ciudad de Madrid y en algunas comunidades autónomas, los españoles también han podido comprobar el rostro más desagradable de un multipartidismo mal entendido. El gobierno nacional lleva desde 2018 en manos de partidos nacionalistas, independentistas o extremistas de izquierdas, que declaran abiertamente que aspiran a acabar con el actual período constitucional en España, y que mientras tanto se dedican a desmontar y vampirizar el Estado. Esta circunstancia, unida a la aparición de un partido de derecha populista, Vox, ha generado una polarización política que ha barrido el espacio de centro y amenaza la propia convivencia de la sociedad española.

El momento delicado que atraviesan los “nuevos partidos”, Ciudadanos y Podemos, cada uno por una conjunción particular de motivos, amenaza con conducir a un nuevo bipartidismo, con ciudadanos que, aunque descreen de los viejos partidos socialista y conservador, no encuentran otro refugio frente a la inestabilidad y el hartazgo político que regresar a ellos. En Ciudadanos somos conscientes de que, por muchos errores propios y ajenos que se hayan cometido estos años, un regreso al “turnismo” entre PSOE y PP supondría echar a perder la oportunidad de una verdadera reforma democrática, económica y social en España.

Por ello, hemos emprendido un proceso de Refundación que bebe de las experiencias de éxito de numerosos partidos liberales europeos, como el FDP. A partir de un proceso de escucha a los militantes y cargos y a la sociedad española, vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para revitalizar un espacio existente, el del liberalismo reformista, que es no sólo necesario en el actual contexto, sino imprescindible para conseguir una España más moderna, más próspera y con unas clases medias pujantes y partícipes de la vida pública. El multipartidismo y el pluralismo político en nuestro país están para quedarse, le pese a quien le pese.