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Cuba
La llama de la libertad, más intensa que nunca

Cuba se rebela: las mayores protestas desde 1994 se han producido en el país
Kuba Verhaftung Demonstrant
Polizisten verhaften einen Teilnehmer der Proteste gegen die Regierung © picture alliance / ASSOCIATED PRESS | Ramon Espinosa

Durante el fin de semana se produjeron protestas en más de 50 ciudades y pueblos de Cuba, en gran parte iniciadas de forma espontánea y coordinadas a través de las redes sociales. Miles de personas salieron a la calle protestando por las crecientes dificultades que enfrenta la población: la crisis económica agravada por la pandemia, que ha provocado una aguda escasez de suministros, y la explosión de casos de coronavirus, que ha desbordado el sistema sanitario del país. Por cuestiones ideológicas y por falta de divisas, entre otras razones, Cuba prácticamente no ha comprado vacunas, sino que ha comenzado su propio desarrollo. Sin embargo, hasta ahora muy pocos cubanos se han vacunado, y existe una enorme carencia de insumos en los hospitales. El año pasado Cuba seguía ayudando a otros países de la región con personal médico, como parte de una estrategia de acciones propagandísticas, ahora el país se enfrenta impotente a la crisis.

Como es habitual, el Gobierno culpa de todos sus problemas a otros países, especialmente a Estados Unidos y a las sanciones impuestas por este, endurecidas bajo la administración Trump. Sin embargo, lo que no  explica es la contradicción obvia: de acuerdo con creencias de la izquierda, el comercio capitalista es injusto y causa pobreza, pero al mismo tiempo, se afirma que Cuba tiene problemas porque Estados Unidos no permite el comercio capitalista con el país. Esto provoca dudas ante los ojos de muchos cubanos. Pero en realidad, los problemas son más profundos: el régimen tiene miedo de seguir el camino de China o Vietnam y transformar a fondo la economía.

Por ahora, Cuba sólo se ha abierto al turismo internacional y ha permitido la operación de tiendas donde se permiten compras con moneda extranjera, como aquellas cadenas de tiendas minoristas (Intershops) de la República Democrática Alemana. Sin embargo, durante la pandemia, los ingresos en divisas procedentes del turismo han disminuido drásticamente, y la población está cada vez más enfadada por la generosa oferta de productos en las tiendas de divisas, a la que no tienen acceso muchos ciudadanos cubanos quienes no cuentan con familiares en Estados Unidos. He aquí el contraste entre los numerosos y espléndidos complejos hoteleros para turistas y la simultánea decadencia local. El socialismo promete a la gente un futuro mejor, pero la experiencia de los cubano demuestra exactamente lo contrario: la situación empeora año con año, la desesperación y la desilusión crecen.

No es casualidad que los gritos de los manifestantes pasaran rápidamente de exigir una mejor atención, menos cortes de luz y ayuda médica a consignas políticas: "Abajo la dictadura", "Libertad" y "¡Patria y Vida! - la apropiación del estribillo de una canción de rap que ataca directamente el lema de Fidel Castro de "¡Patria o muerte!". Nunca ha habido un ataque tan masivo al sistema, como señala Carlos Alberto Montaner, uno de los exiliados cubanos más respetados: las protestas de 1994 tras la caída de la Unión Soviética y el fin de la transferencia de recursos, se limitaron a la capital. Las protestas actuales, en cambio, comenzaron en las provincias y se han extendido a prácticamente todo el país. No cabe duda que el internet ha llegado a marcar la diferencia: el descontento latente puede traducirse más fácilmente en una acción colectiva. Sin embargo,  más importante aún, es el elemento psicológico: los cubanos han perdido el miedo al sistema.

Como consecuencia, el régimen ha respondido con una represión masiva. Muchos fueron detenidos, unos 150 críticos siguen desaparecidos, y el régimen ha difamado a los manifestantes como contrarrevolucionarios y agentes de Estados Unidos. También ha llegado a  organizar manifestaciones de sus propios partidarios, demostrando que está plenamente comprometido con la violenta supresión de las protestas. A diferencia de Fidel Castro en 1994, el actual presidente Díaz-Canel -un apparatchik- carece de autoridad moral para hablar con los manifestantes. Por otro lado, aún no hay indicios de una escisión dentro de la estructura del régimen que permita el cambio.

Estados Unidos ha calificado las protestas como un llamado a la libertad frente a la dictadura y ha instado a Cuba a respetar los derechos humanos de los manifestantes, al igual que lo han hecho otros países de la región y la Organización de Estados Americanos. El gobierno de Biden no ha suavizado hasta ahora las sanciones contra Cuba, endurecidas bajo el mandato de Trump. El presidente populista de izquierda mexicano, Andrés Manuel López Obrador, también instó a una solución mediante el diálogo y sin violencia, pero advirtió contra la intervención extranjera y pidió como un gesto humanitario el fin del bloqueo económico. El presidente peronista de Argentina pidió algo similar. Rusia, que bajo el mandato de Putin mantiene relaciones muy estrechas con Cuba, también se expresó muy claramente y advirtió contra los intentos extranjeros de desestabilización.

Detrás de esto está seguramente la preocupación de que un colapso del régimen en Cuba dada una revolución pacífica, tendría repercusiones masivas en la izquierda latinoamericana. Cuba es un pilar de la dictadura de Maduro en Venezuela y es cuestionable que pueda sostenerse sin su ayuda militar. En consecuencia, el régimen de Venezuela está mostrando claros signos de pánico. De igual manera, otros gobiernos de la izquierda moderada de la región también verían un derrocamiento del régimen con sentimientos encontrados: la caída de la Unión Soviética y del comunismo en Europa del Este, por su parte, también tuvo un impacto masivo en la izquierda europea en su conjunto. Cuba sigue teniendo cierto peso ideológico en la región, Rusia y China se han preocupado especialmente por los países de izquierdas de América Latina, por lo que sus intereses en la región también se verían afectados.

Sin embargo, en la actualidad sigue siendo cuestionable si estas protestas marcarán el inicio de un derrocamiento o serán sofocadas de nuevo. Desde 1989/90, las dictaduras del mundo han aprendido mucho y han tenido éxito en la represión de las protestas, como es el reciente caso de Myanmar. Hasta ahora, el régimen parece dispuesto a utilizar la violencia despiadada. Por su parte, el movimiento de protesta carece hasta ahora de liderazgo político, y la coordinación a través de las redes sociales es vulnerable a la intervención del Estado: en Cuba, como en Myanmar, el internet ha sido extremadamente restringido. Sin embargo, cabe señalar que el régimen está ideológicamente y económicamente al límite.

La represión no llena a la gente ni ayuda contra el coronavirus. La continuación de la represión puede llevar a Estados Unidos a mantener o incluso reforzar sus duras sanciones. Esto también es un reto para la Unión Europea: Hay que dejar bien claro al régimen que la represión violenta también conlleva sanciones por parte de la UE. En vista del desempeño económico, profundamente estancado en una crisis, una clara amenaza de sanciones tendría más impacto del que normalmente se produce. Esta podría ser la hora de una facción reformista en la estructura del régimen. De momento, como se ha dicho, no hay señales de ello, pero si las protestas continúan y no son sofocadas por la represión, el camino está abierto. Muchos observadores como Carlos Alberto Montaner, creen que esto podría ser el principio del fin de la dictadura cubana. Los próximos días lo decidirán.