Argentina
¿Está cambiando la economía mundial?

Argentina, que un día fue una de las naciones más ricas del mundo, se prepara para dar un gran salto tras largas décadas de decadencia. Por el contrario, Estados Unidos se ahoga en el proteccionismo, y Europa, en la deuda y la fe en el Estado.
Bajo el mandato del presidente Milei, Argentina está experimentando un impresionante crecimiento económico y estabilidad.

Bajo el mandato del presidente Milei, Argentina está experimentando un impresionante crecimiento económico y estabilidad.

© picture alliance / ASSOCIATED PRESS | Nicolas Aguilera

Es hora de abrir los ojos y observar las tendencias económicas mundiales del último año. El verdadero cambio estructural, en contraposición de las tendencias globales, se está produciendo en una nación que hasta ahora solo era conocida por el buen fútbol, la buena carne y el buen vino: Argentina.

Se trata de un país que en la década de 1920 era uno de los más ricos del mundo, pero que desde entonces, ha desperdiciado las (enormes) oportunidades durante largas décadas debido a un aparato estatal desmesurado, una elevada deuda pública, quiebras estatales sistemáticas y una alta inflación, independientemente de quién estuviera en el gobierno. Predominado por el «peronismo», una rara mezcla entre socialismo estatal y prácticas gubernamentales corruptas.

Javier Milei, presidente de Argentina desde hace año y medio, ha puesto fin a esta situación de forma radical. Su radical programa económico y financiero liberal, trajo consigo recortes drásticos del gasto público en prácticamente todos los ámbitos y una apertura a la economía de mercado. Estas medidas tuvieron su efecto, y tras una marcada y aguda recesión, pero relativamente breve y que también provocó un aumento temporal de la pobreza en el país, en los últimos meses se ha producido una recuperación económica dinámica, con tasas de crecimiento real de casi el 6 %. Todo ello con una tasa de inflación que ha caído de más del 210 % anual a menos del 40 %, aunque todavía demasiado alta, ya va en camino de alcanzar los niveles que caracterizan a los países estables, sobre todo teniendo en cuenta que el presupuesto federal registra un superávit del 0,4 % del producto interior bruto (PIB). Aparentemente han quedado atrás los tiempos en que el ministro de Economía conseguía que el Presidente del Banco Central financiara «su» déficit sin esfuerzo mediante la impresión de dinero.

Lo más interesante es la evolución del comercio exterior. Precisamente en este aspecto, los observadores, entre ellos el autor, se mostraron durante mucho tiempo escépticos sobre si Javier Milei mantendría los controles de capital y la inconvertibilidad de la moneda argentina, el peso, por temor a una aceleración de la inflación. Pero he aquí que la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) para acelerar la apertura del comercio exterior ayudó a Milei a ponerse de pie. El FMI lo convirtió simplemente en una condición para conceder más apoyo crediticio, y el libertario y anarcocapitalista de Javier Milei, quien en realidad no tiene una gran estima al FMI, cedió con razón, ya que esto contribuyó a que el peso, muy devaluado, volviera a ser una moneda estable, incluso en comparación con el dólar. La devaluación del peso, determinada por el mercado, fue incluso menor de lo que se temía, y la debilidad del dólar debido a la política de Trump fue de gran ayuda para Argentina.

En resumen, una historia de éxito notable, sobre todo porque la pobreza en el país ha disminuido recientemente y tanto los argentinos como los extranjeros están empezando a plantearse si no valdría la pena invertir en este país, con su orientación hacia la economía de mercado y su moneda estable. En cualquier caso, el regreso total de Argentina a los mercados internacionales de capital está a la vuelta de la esquina, y muchos argentinos están pensando en repatriar los ahorros que han acumulado durante décadas en el extranjero.

¡Qué cambio en la economía mundial! Argentina, la niña problemática, podría convertirse en la niña bonita, y con ello, en otro ejemplo de éxito en América del Sur, el continente azotado por la crisis económica, y sumarse así a Chile y Uruguay, donde la situación política ha sido mucho menos espectacular. Sin embargo, no nos hagamos ilusiones, Milei aún tiene por delante profundas reformas estructurales necesarias para devolver a este país rico en recursos el dinamismo que tenía hace 100 años. Pero al menos se ha dado un valiente primer paso. Se podría exclamar con firmeza: un gran continente despierta, por fin.

Qué contraste con Estados Unidos y Europa. Donald Trump está llevando a su país, con elevados déficits financieros de entre el seis y el siete por ciento del PIB y oleadas de proteccionismo, a una espiral inflacionario con devaluación del dólar y encarecimiento de los productos extranjeros, una mezcla extremadamente peligrosa de obstinación mercantilista y falta de sentido económico. Europa por su parte, se endeuda masivamente, aparentemente por una creencia errónea en el poder omnipotente del Estado y en la irrelevancia de los intereses de las generaciones futuras. El déficit presupuestario de Francia alcanza casi el 6 % del PIB, el de Gran Bretaña supera ampliamente el 4,5 %, y la relación entre la deuda y el PIB en estos países ha superado con creces el 90 %, al igual que en Estados Unidos. Alemania se suma a la fila, pero el Gobierno de Merz/Klingbeil está haciendo todo lo posible por reducir la distancia. Todo ello supone enormes riesgos para la estabilidad de los mercados de capitales, al igual que ocurrió hace dos décadas, previo a la crisis financiera mundial.

En conclusión, el Norte global vive de su acervo, lo que plantea la siguiente pregunta: ¿por cuánto tiempo más? Y el Sur global, al menos Argentina, por fin está construyendo su camino. Objetivamente, solo se puede sentir respeto por ello, aunque Javier Milei en cada oportunidad pierda simpatía global hacia su convincente programa económico y financiero liberal con una retórica populista excesivamente agresiva. Pero para emitir un juicio objetivo es necesario fijarse en el fondo de la política, y no solo en la rudeza de su discurso. Y en ese aspecto, el balance de Milei no es malo.