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Juventud
Los jóvenes mediterráneos y su gestión del ocio

Sociabilidad al aire libre
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La globalización actual hace que una gran parte de los jóvenes de las sociedades postindustriales compartan maneras de vivir el ocio: consumo de industrias culturales, principalmente ofertas musicales y de baile, computer gaming, participación activa en redes sociales de internet, actividades deportivas, fiestas, viajes... Los jóvenes de los países que conforman el área mediterránea, como no podía ser de otra manera, estructuran también sus momentos de ocio según los parámetros del mundo globalizado. Pero más allá de la uniformidad cultural que nuestra época propicia, si hay algo que podemos concebir como característico de las sociedades mediterráneas es la vida al aire libre y el cultivo de la sociabilidad. Al margen de la edad, en la tradición y también en la actualidad, buena parte de los momentos de ocio se canalizan en ambas orillas del Mediterráneo a través de reuniones placenteras en espacios fuera de la casa, ya sea en los parques, la playa o en las mismas calles y plazas de las poblaciones.

En España, ya desde los años 80, se considera el botellón como una de las actividades más características de muchos jóvenes para los fines de semana. Chicos y chicas se reúnen a cielo abierto al anochecer para charlar y hacer nuevas amistades, previamente aprovisionados de grandes botellas de refrescos y otras bebidas, también alcohol, de ahí el nombre de “botellón”. De esta manera, evitan tener que pagar los para ellos a menudo altos precios de las consumiciones en locales comerciales. Un botellón puede tener lugar tanto en un lugar improvisado y con un reducido círculo de amigos como desarrollarse en lugares fijos y que, en ocasiones, pueden llegar a albergar reuniones multitudinarias. Sabemos que uno de los rasgos del ser joven es retar órdenes impuestas y esto sucede también con el botellón que generalmente no es bien visto ni por los progenitores ni por las autoridades locales, ni por los vecinos, de ahí que en algunos municipios se cedan espacios públicos denominados "botellódromos", situados en las afueras de las poblaciones. Desde hace poco tiempo, se ha acuñado también un nuevo término: El “parquineo”. Consiste en hacer estas reuniones en los parkings al aire libre de las grandes discotecas.

Aunque este tipo de diversión es típicamente español, también se dan en algunas ciudades de Portugal o Italia.

Los festivales musicales, principalmente en época estival, también se convierten en una de las grandes atracciones para los jóvenes, así como las fiestas populares, en las que ya participan todos los ciudadanos al margen de la edad. No sólo las grandes capitales ofertan conciertos, sino que incluso localidades de pocos habitantes reciben la afluencia de miles de jóvenes debido a la organización de estos eventos que, de nuevo, por las propias características sociales y culturales, se celebran generalmente en la parte europea: Portugal, España, Italia, Grecia…

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También en los países de la ribera sur del Mediterráneo se practican mucho las reuniones de jóvenes al aire libre. La idiosincrasia de sus sociedades, sin embargo, hace que a diferencia de las poblaciones europeas sea raro que en las reuniones participen ambos sexos conjuntamente. Por lo general, son los hombres aquellos que aprovechan sus ratos de ocio conversando fuera al aire libre, en la calle, parques o terrazas de los cafés, siempre evitando el consumo de alcohol. Las chicas, cuando no se reúnen entre ellas en casa, deambulan por los parques y aquellas avenidas que invitan a pasear, así como en los grandes centros comerciales de las ciudades.

Este último ejemplo nos hace pensar en las tres variables importantes que, en términos generales, inciden en las maneras en que los jóvenes gestionan su tiempo libre: el lugar concreto de residencia, el género y, evidentemente también, el poder adquisitivo. No son lo mismo las posibilidades de ocio de los jóvenes que habitan en zonas rurales que las de aquellos que viven en ciudades, mucho mejor dotadas de infraestructuras pensadas para su asueto, y que cuentan además con centros de movimientos asociativos, de cariz cultural, social o político, que posibilitan asimismo actividades propias para el tiempo libre. También existe un gran desequilibrio en este sentido entre las orillas norte y sur del Mediterráneo pues en esta última área geográfica, los jóvenes disponen de menos posibilidades de ocio promovidas por el estado u otras administraciones públicas.

Sin lugar a dudas, las actividades deportivas constituyen una de las maneras más generalizadas entre los jóvenes para canalizar sus momentos de ocio. Desde Turquía a la península ibérica, pasando por toda la cuenca mediterránea, Marruecos, Túnez, Egipto…, el fútbol es el deporte más practicado. Para ello no hace falta disponer de un campo bien acondicionado con césped, porterías y un balón reglamentario. Una cancha se puede improvisar en cualquier espacio público que posibilite a un grupo de jóvenes dar puntapiés a una pelota o a cualquier cosa que pueda desplazarse por el suelo. Mientras que en países occidentales se constata una creciente participación de las chicas en actividades de ocio consideradas tradicionalmente como masculinas, como por ejemplo el citado fútbol, en países musulmanes la participación de las jóvenes en prácticas deportivas es todavía hoy muy escasa.

Los altos índices de desocupación juvenil que caracterizan a los países de ambas riberas del Mediterráneo hacen que los jóvenes puedan disponer de más tiempo de asueto. Este mayor tiempo potencial para el ocio no significa, sin embargo, que sea realmente un “tiempo de ocio”, dado que la frustración por las escasas salidas laborales imprime un carácter negativo a esta libre disposición de tiempo. “Estar ocioso” no es precisamente lo mismo que “vivir el ocio”, algo a lo que, por cierto, se le concede cada vez una mayor importancia. El ocio incluso ha sido declarado un derecho tal como se desprende del artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De hecho, el ocio debería ser el estado más natural del ser humano, tal como ya lo entendía Aristóteles, uno de los filósofos más mediterráneos, en su tratado Ética a Nicómaco (libro X, 1177b). Sin embargo, el ethos propio de la cosmovisión occidental que la globalización ha difundido urbi et orbi, hace que la glorificación del trabajo, la productividad y el consumismo nos haga entender el ocio como algo residual que debe ser literalmente arrancado de las horas dedicadas al trabajo, al descanso y a las obligaciones sociales, una realidad que obstaculiza la gestión creativa y autónoma del ocio. En todo caso, cuando los jóvenes mediterráneos pasan sus horas de asueto conversando entre ellos en cualquier lugar al aire libre, o se entregan a un improvisado partido de fútbol dando puntapiés a una lata vacía se pone de manifiesto que, a pesar de las estructuras sociales, aún es posible gestionar el ocio con una cierta creatividad y autonomía.