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A column by Prof. Dr. Karl-Heinz Paqué

Europa y Estados Unidos
La globalización del futuro

Europa se reduce y Estados Unidos se aísla. Una gran oportunidad para las naciones del Sur global, pero solo si están dispuestas a abrir sus economías. Europa debe extender la mano.
Ursula von der Leyen y Donald Trump han llegado a un acuerdo sobre los aranceles.

Ursula von der Leyen y Donald Trump han llegado a un acuerdo sobre los aranceles.

© picture alliance - | -

¿Cambia la economía mundial? Esta pregunta la planteó Karl-Heinz Paqué, economista y Presidente de la Junta Directiva de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, la semana pasada en su columna sobre las reformas en Argentina. Esta semana, la respuesta a esta pregunta sobre el cambio en la economía mundial ha sido un claro «sí», gracias al «acuerdo comercial» entre la Unión Europea y Estados Unidos.Paqué profundiza en su análisis tras lo que, en su opinión, es un acontecimiento histórico.

El reciente acuerdo comercial entre Estados Unidos y la UE, negociado por Trump y Úrsula von der Leyen, supone una grave derrota diplomática para la UE, la más grave de su historia comercial hasta la fecha. Estados Unidos impone un arancel general del 15 %, mientras que la UE no aplica aranceles adicionales, sino que incluso reduce algunos de los aranceles aplicados a los Estados Unidos. La declaración de intenciones de eliminar mutuamente la protección arancelaria en determinados sectores (por ejemplo, la agricultura) no tiene ningún valor con un interlocutor como Trump. A esto se suma que la UE promete importar carbón y gas de Estados Unidos en cantidades astronómicas, así como invertir en Estados Unidos, por cierto, en nombre de su propia industria privada en el marco de una especie de «gestión sin mandato» de economía planificada, y además centrándose en aquellas fuentes de energía que en Europa se consideran «sucias», lo que contradice enormemente los compromisos y principios de su propia política energética.

El resultado de las negociaciones no podría ser peor. Es una rendición por parte de Europa. La presidenta alemana de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen (CDU), cedió en todos los frentes ante la amenaza de Trump de introducir un arancel general del 30 %, aparentemente de acuerdo con el canciller alemán Friedrich Merz (CDU).

Por supuesto, la debilidad diplomática de Europa se explica por algo más que el fracaso político personal de unos pocos. Es el resultado de la debilidad económica de la UE. Y esta, a su vez, se ha ido gestando y acumulando durante dos décadas. Ha faltado una estrategia ofensiva de política de ofertas para mejorar las condiciones económicas de Europa, más allá de un «Pacto Verde» que tranquilizó la conciencia ecológica, pero que hizo poco por hacer a Europa más competitiva en el mundo. Solo si esto cambia de forma fundamental, la UE tendrá posibilidades de escapar al declive a largo plazo de su prosperidad y su liderazgo tecnológico. Este cambio debe comenzar lo antes posible. La UE estará ocupada durante años, sino décadas, en paralelo a la (costosa, pero acertada) ofensiva en materia de política de seguridad y defensa que Trump ha impuesto recientemente a Europa dentro de la OTAN.

¿Trump victorioso en todos los frentes? En absoluto. El presidente estadounidense está aislando a su país con la vaga, por no decir totalmente irreal, esperanza de poder recuperar así la buena vieja industria para Estados Unidos, naturalmente —según su visión— en forma tecnológicamente modernizada. A corto plazo, esto alimentará la inflación y, a largo plazo, fracasará por completo. Ocurrirá lo contrario de lo esperado, como siempre ocurre con los grandes experimentos proteccionistas. Un arancel del 15 % frente a la UE, del 10 al 30 % frente al resto del mundo y del 50 % para industrias seleccionadas como el aluminio y el acero llevará incluso a una gran economía como la de Estados Unidos a la ineficiencia y la falta de innovación. Aranceles de esta magnitud, los más altos de Estados Unidos desde el pico temporal de la famosa Ley Smoot-Hawley de 1930, reducirán enormemente la presión de la competencia. Si los aranceles se mantienen tan altos, solo habrá que esperar dos o tres décadas para que Estados Unidos siga el camino que ya han tomado muchos países que se han aislado: el estancamiento y la contracción.

¿Supone esto el fin de la integración económica mundial, con una Europa débil y unos Estados Unidos aislados? No necesariamente. La nueva situación geopolítica y económica ofrece a los países del Sur global una oportunidad única para acelerar enormemente su integración en la economía mundial. Sobre todo aquellas naciones que ya se consideran países emergentes o «países de ingresos medios», es decir, que disponen de cierto poder económico, reúnen las condiciones necesarias para ello. Sin embargo, para ello necesitan una política liberal coherente. Deben abrirse mediante tratados de libre comercio en casi todas las direcciones (excepto, probablemente, con los Estados Unidos de Trump, que no lo quieren en absoluto). Las naciones latinoamericanas como Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay pueden ser los candidatos ideales para la integración a medio plazo, al igual que Australia, Japón, Canadá y Corea del Sur, así como India, Indonesia, Tailandia y algunos países del continente africano como Kenia, Marruecos y Sudáfrica. A una UE estancada le conviene tender la mano; la rápida conclusión del acuerdo UE-Mercosur es una primera prueba de ello.

Entonces, ¿una nueva «globalización del futuro»? No hay que considerarse un ingenuo optimista por hablar de ello 80 años después del final de la Segunda Guerra Mundial. Porque lo que se avecina es un cambio trascendental. Estados Unidos se retira como potencia liberal líder en el futuro y se aísla. Europa está ocupada consigo misma, pero al menos tiene la oportunidad de llevar a cabo por fin reformas internas radicales y reestructurar su integración en la economía mundial, menos con Estados Unidos, y más con el Sur global y con socios democráticos de otras regiones del mundo.