Derechos Humanos
A dos años del 7 de octubre: El silencio frente a la violencia y la deuda con las mujeres
Una silla abandonada frente a carteles con fotos de rehenes secuestrados durante el mortífero ataque perpetrado el 7 de octubre contra Israel por el grupo islamista palestino Hamás. Tel Aviv, Israel, el 26 de abril de 2024. REUTERS/Shannon Stapleton
El 7 de octubre de 2023 era un día de celebración en Israel, se festejaba Simjat Torá, una festividad de alegría, de familia y comunidad. En pocas horas, se transformó en uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente. El grupo terrorista Hamás lanzó un ataque coordinado desde la Franja de Gaza, combinando miles de cohetes con incursiones por tierra, mar y aire. Los terroristas atravesaron la frontera y perpetraron masacres en comunidades agrícolas, en kibutzim, y en el festival de música Nova, donde cientos de jóvenes fueron ejecutados y secuestrados. Los terroristas asesinaron a más de 1.200 personas, 251 fueron tomadas como rehenes, y aún 48 siguen en cautiverio.
El impacto fue inmediato y devastador. Israel, un país con uno de los sistemas de seguridad más sofisticados del mundo, quedó temporalmente paralizado ante la magnitud de la agresión. Las consecuencias trascendieron sus fronteras. El atentado del 7 de octubre abrió un nuevo capítulo en la expansión del terrorismo global, amplificó los discursos de odio e incrementó el antisemitismo en universidades, parlamentos y redes sociales en todo el mundo. Lo que comenzó como un ataque físico se convirtió, en cuestión de días, en una batalla por la verdad y la memoria.
Las mujeres como víctimas invisibilizadas del terror
Entre las historias más desgarradoras están las de las mujeres. Los ataques incluyeron violaciones, mutilaciones, torturas y asesinatos con un componente de violencia sexual sistemática y planificada. Testimonios, imágenes y reportes de las Fuerzas de Defensa de Israel, de Naciones Unidas y de organizaciones internacionales de derechos humanos revelaron crímenes que remiten los peores capítulos de la historia contemporánea. Las víctimas fueron mujeres jóvenes en el festival Nova, madres asesinadas frente a sus hijos en sus hogares, y rehenes sometidas a abusos durante su cautiverio en Gaza.
El caso de las mujeres del kibutz Be’eri, de las jóvenes del festival Nova, o de rehenes como la familia argentina Bibas —mujer secuestrada y asesinada en cautiverio junto a sus dos hijos—, son símbolos del horror y del sufrimiento que continúa. Sin embargo, a pesar de las pruebas contundentes, el reconocimiento internacional de estos crímenes ha sido lento y, en muchos casos, prácticamente inexistente.
El silencio de amplios sectores del movimiento feminista global y de organizaciones defensoras de derechos humanos es una herida adicional. Durante décadas, esas mismas voces lideraron la condena a la violencia sexual como arma de guerra en conflictos en África, los Balcanes o Medio Oriente. Sin embargo, cuando las víctimas fueron mujeres judías e israelíes optaron por callar o relativizar los hechos. Y ese silencio no fue neutral, fue cómplice. Esa doble vara erosiona la credibilidad de las causas de igualdad y justicia que se defienden. Callar ante la violencia sexual por razones ideológicas, políticas o religiosas es traicionar el principio mismo de los derechos humanos
Entre las personas que siguen secuestradas por Hamas hay muchas niñas, adolescentes y mujeres. REUTERS / Athit Perawongmetha
La verdad y la libertad como derechos universales
Desde las ideas del liberalismo clásico, no hay libertad posible sin verdad ni dignidad humana. La defensa de los derechos fundamentales no distingue religión, nacionalidad ni contexto político.
El 7 de octubre representó un ataque no solo contra el pueblo israelí, sino contra los valores universales de libertad, tolerancia y coexistencia que sustentan las sociedades abiertas. Pretender equiparar a un Estado democrático que se defiende legítimamente con una organización terrorista que utiliza a civiles como escudos humanos es una distorsión moral y conceptual. Ese tipo de relativismo es el que debilita las democracias y fortalece los extremismos.
En tiempos de polarización y desinformación, el compromiso liberal implica resistir a la tentación de la indiferencia y la simplificación. Implica también reconocer que la libertad de expresión no puede ser excusa para la propagación del odio ni para la negación de los hechos. Defender la verdad es una responsabilidad moral que debe tener toda sociedad para ser libre.
El 7 de octubre de 2025 se cumplen dos años del atentado perpetrado por Hamás en Israel. En este marco, Sabrina Ajmechet, Diputada Nacional de Argentina, Lucía Díaz Coll, del equipo de comunicación de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y Noelle Chab, becaria de comunicación, comparten sus reflexiones sobre lo ocurrido. #BringThemHomeNow
Memoria, empatía y acción
A dos años del atentado, Israel y el mundo enfrentan una prueba. Mantener viva la memoria del 7 de octubre no es un acto político, sino un deber ético. Es honrar a las víctimas, acompañar a los sobrevivientes y reclamar justicia para los rehenes que aún permanecen cautivos.
En Argentina, el ejercicio de la memoria tiene una resonancia particular. Este año se cumplieron 31 años del atentado contra la AMIA, el ataque terrorista más grave de la historia del país, que dejó 85 muertos y más de 300 heridos. A más de tres décadas, la falta de justicia sigue siendo una herida abierta en nuestra democracia. Recordar la AMIA junto al 7 de octubre no es solo un acto de empatía con las víctimas, sino también una advertencia sobre la persistencia del terrorismo. Ambos hechos nos recuerdan que la memoria no puede ser selectiva y que el olvido siempre juega a favor de la impunidad.
Desde octubre de 2023, tras el ataque a Israel —y con ello, también a Occidente—, el peligro se mantiene latente. No solo para Israel y el pueblo judío, sino también para los valores occidentales que garantizan la libertad, la pluralidad, la diversidad y la tolerancia. Lo ocurrido fue un recordatorio doloroso de que esos valores no están asegurados y deben ser defendidos, transmitidos y practicados cada día.
Recordar el 7 de octubre es recordar que la dignidad humana no es negociable. Es renovar el compromiso de construir sociedades donde la vida y la libertad sean siempre más fuertes que el odio y la violencia. El silencio ante el terror es complicidad. El terrorismo busca infundir miedo; la libertad exige valentía.