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Día de la Libertad de Prensa
¡Muestra actitud!

Journalisten nehmen an einer Pressekonferenz von Gesundheitsminister Spahn und anderen Experten teil.

Journalisten nehmen an einer Pressekonferenz teil.

© picture alliance/dpa | Michael Kappeler

Ha llegado el momento de defender el periodismo de actitud. El término ha caído en descrédito. ¿No es el periodismo de actitud otra palabra para el paternalismo, para la pedagogía popular dirigida a la corrección política inexpugnable? ¿Una bazuca mediática para elevar a la categoría de oro la opinión de los redactores despiertos? ¿Para declarar que la propia visión del mundo es la única válida?

No, no lo es. Actitud en periodismo no significa activismo, ni siquiera para un objetivo supuestamente superior. El periodismo de actitud no es sinónimo de periodismo de opinión. Más bien son opuestos irreconciliables. Quienes confunden actitud con opinión y consideran que el periodismo es una profesión educativa no tienen cabida en el oficio. Se juegan lo que es, con mucho, el capital más importante de los medios de comunicación: la credibilidad. Sin embargo, ningún otro sector -con excepción de los bancos- depende tanto de ella como los medios de comunicación.

Respetar las reglas del oficio

La actitud en el periodismo es otra cosa. Es el esfuerzo constante por cumplir las normas de la profesión que generan confianza: la estricta separación entre información y comentario, la investigación limpia que tiene en cuenta tantos hechos como sea posible, el principio de las dos fuentes y dejar que ambas partes opinen en los conflictos. El buen periodismo también se reconoce por el hecho de que busca hechos fiables que contradigan una hipótesis dada, que sean contrarios a las propias suposiciones. Sólo un oficio limpio y transparente legitima los privilegios de una profesión cuyo trabajo se supone que constituye la base del debate público.

Por supuesto, se trata de una descripción ideal - y el mundo nunca ha sido un lugar ideal desde la expulsión del hombre del paraíso. La neutralidad y la objetividad absolutas no pueden existir, entre otras cosas porque cada redactor está marcado por su propia biografía. Por ello, el esfuerzo por ser imparcial debe ser tanto más intenso. Al mismo tiempo, muchas redacciones intentan actualmente encontrar sangre nueva no sólo del biotopo social de la clase media blanca, urbana y con formación académica. La diversidad debe reforzar el pluralismo interno, ampliar la mirada.

El periodismo debe recordar su misión de iluminar.

Pero también es cierto que los periodistas, ante el staccato de crisis de los últimos años, exigen mostrar sus colores, ponerse del lado de los buenos, tomar partido. Esto es lícito, pero sólo en el marco de un comentario subjetivo claramente separado del reportaje, que además debe estar bien justificado. Cualquier otra cosa es una traición a la ética de una profesión indispensable para una sociedad abierta y libre. Los activistas ya existen en número suficiente. Twitter ofrece cada día millones de ejemplos de ello, de cómo las opiniones se venden como hechos. Y Twitter, a diferencia del periodismo de calidad, también es gratuito. Si la profesión periodística quiere sobrevivir, no podrá evitar reflexionar sobre su misión educativa.

Acerca del autor

Como periodista y presentador, Michael Hirz es desde hace muchos años un observador intensivo de los procesos políticos, económicos y sociales.

Michael Hirz
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