#Derechos Humanos y Derechos de Propiedad
Derechos humanos y derechos de propiedad: La inflación como delito

1 Introducción
En los últimos tiempos, la inflación ha vuelto a ser un tema de discusión en varios países del mundo. Los políticos, analistas y periodistas hablan de inflación, pero cuando lo hacen, invariablemente se refiere a algún índice promedio de incremento de algunos precios.
Esta forma de calcular la inflación es equívoca por varios motivos:
1. porque técnicamente la inflación no es el aumento de los precios. El aumento de los precios es una consecuencia de la inflación.
2. porque los precios suben y bajan circunstancialmente por muchos motivos que no se vinculan con la inflación.
3. porque es casi imposible determinar cuál es el "precio de mercado” único de cada producto, para poder utilizarlo como parámetro de cálculo respecto de un eventual incremento.
4. porque la elección de un puñado de productos, por más importantes y generales que sean, suele ser arbitraria y dar resultados distintos según cuáles productos se escojan. Lo que generalmente es aprovechado por los gobiernos para hacer trampas en sus cálculos y manipular los resultados.
Sin embargo, y a pesar de ello, en todo el mundo se habla de inflación en ese sentido y se hacen proyecciones y pronósticos, con el auspicio de los políticos, que están prestos para colaborar en diseminar la confusión, con el fin de alejar su propia responsabilidad en un hecho del cual son los únicos culpables.
Lo cierto es que la inflación es el incremento de la cantidad de dinero -lo que se infla es el dinero, no los precios-, y en sistemas monetarios como los 2 que hoy rigen en el mundo, el único que puede producir ese efecto es el propio gobierno.
A través de este proceso, se produce una lesión generalizada al derecho de propiedad de las personas. El Estado monopoliza el manejo del dinero, emite moneda de curso forzoso que las personas deben obligatoriamente utilizar y recibir en sus transacciones, y a la vez le va quitando valor al aumentar su cantidad. En la práctica, este proceso equivale a sustraerle a cada persona algo del dinero que lleva en los bolsillos sin que siquiera lo advierta.
En las siguientes páginas pretendo mostrar este fenómeno, para lo cual deberé comenzar por examinar qué es la moneda, qué es la inflación y cómo el gobierno es el único que puede producir inflación sostenida en los actuales sistemas de dinero fiduciario, creado por el Estado y de curso forzoso.
Ello me permitirá advertir que al incrementar la cantidad de dinero circulante, distintos funcionarios del gobierno se ven involucrados en la violación de bienes jurídicos que son tutelados por el derecho penal, y que en tales condiciones la inflación debería ser catalogada como delito por la legislación criminal.
Finalmente, propondré un tipo penal para incluir en el capítulo sobre falsificación y adulteración de moneda, donde creo que debería estar previsto este crimen. Esa reforma penal debería ir acompañada de algunas modificaciones a la legislación orgánica del Banco Central, en lo que se refiere a su facultad para disponer la emisión de moneda y sus límites. Los sujetos activos de este tipo penal serán tanto los funcionarios del Banco Central como del Poder Ejecutivo que estén involucrados en la decisión de emitir y poner en circulación billetes en forma espuria
II. El dinero. Origen y evolución.
Cuando Adam Ferguson enunció su famosa frase en el sentido de que las personas tropiezan con instituciones que son el producto de la acción humana 3 pero no del diseño humano, incluyó como ejemplos al mercado, el derecho, la moral, el lenguaje y la moneda(1).
En efecto, estas instituciones han aparecido y se han desarrollado porque existen personas que actúan. Si no fuese así, la moneda no sería necesaria y no existiría. Pero ninguna persona o grupo de personas “inventó” la moneda. Fue el producto espontáneo de la interacción humana, que a través de las prácticas comerciales sostenidas descubrió esa forma de facilitar los intercambios y permitir la acumulación de riqueza.
Por supuesto que cuando Ferguson escribió estas ideas no existían Bancos Centrales que “produjeran” dinero estatal, monopólico y de curso forzoso, consistente en pedazos de papel sin valor de uso. A partir del siglo XX, las reglas cambiaron y en buena medida aquella frase de Ferguson perdió virtualidad. Pero es importante no perder de vista cuál ha sido el origen del dinero y su razón de ser, pues estas circunstancias siguen teniendo validez no obstante las imposiciones estatales.
Es necesario entender el surgimiento de la moneda a la luz de las distintas etapas evolutivas del proceso social: la sociedad primitiva, basada en una economía tribal y familiar sin intercambios comerciales, dio paso a la división del trabajo y la propiedad privada, que permitieron el surgimiento del intercambio, originalmente en forma de trueque(2) .
Pero la economía basada en el trueque podía ser tortuosa. Muchas veces, para obtener el bien que uno quería, o para poder vender el propio, debían hacerse múltiples transacciones previas que no tenían que ver con el interés de los comerciantes, pero que eran necesarias tan sólo para poder conseguir el bien exacto que uno buscaba, y poder entregar a cambio el propio. Ya sea por la disparidad de valor entre los bienes disponibles, o la falta de interés de uno de los contratantes por los bienes que el otro quería entregarle a cambio de lo suyo, las operaciones se volvían complicadas y caras.
Sin embargo, la necesidad de obtener previamente el bien que la contraparte estuviera dispuesta a aceptar para poder cerrar el acuerdo principal, permitió gestar la noción de dinero. Algunas personas comprendieron que determinados bienes eran más aceptados que otros como pago. Generalmente ello se debía a que tales bienes eran valorados como útiles y por lo tanto podían ser fácilmente entregados a otros.
Desde la perspectiva de la individualidad del valor de los bienes, se pudo evaluar su mayor o menor grado de negociabilidad a partir de su aceptación generalizada. Como la perspicacia para los negocios no se desarrolla de igual modo en todas las personas, aquellos que advirtieron esta calidad de algunos bienes, la aprovecharon e hicieron mejores y más rápidos negocios con los demás. Aquellos concurrentes asiduos a los mercados que advirtieron que evaluando la aceptabilidad de los distintos objetos, podían facilitar la adquisición de los bienes deseados, de manera más rápida y menos costosa, rápidamente se volvieron más exitosos que sus competidores. Produjeron de este modo un salto en la evolución institucional, potenciando la importancia del comercio(3).
En todas partes existieron bienes de mayor negociabilidad, disponibles en cantidad limitada y estable, pero universalmente necesarios y deseados, lo que generó una demanda constante, pero no satisfecha. Por ello, aun en tiempos de trueque, los comerciantes más perspicaces o experimentados llevaban a los mercados objetos de este tipo, con el propósito de facilitar el intercambio de aquellos otros más exclusivos o valiosos. De descubrir que había ciertos bienes que tenían mayor aceptación general en los mercados, a descubrir el dinero sólo fue cuestión de tiempo y ejercicio habitual del comercio.
Sintéticamente, es posible enunciar el modo en que se produjo el desarrollo del dinero a lo largo del tiempo, a través de los siguientes pasos:
1. La organización social previa al dinero, tribal, sin intercambios comerciales.
2. El desarrollo de la división del trabajo y la asociación cooperativa que dieron lugar a mercados basados en el trueque. Con la evolución del comercio surgieron en esos mercados algunos bienes que fueron más aceptados que otros y facilitaron los intercambios.
3 Menger, Carl, op. cit., pp. 86-87. 5 3. Dichos bienes se convirtieron en dinero por su nivel de aceptabilidad y por reunir determinados requisitos (estabilidad de su cantidad, durabilidad, alto valor por volumen y peso, fraccionabilidad, etc.).
4. Por lo tanto, las primeras formas de dinero fueron bienes, que a su valor de uso agregaron un valor superior como medios de cambio (se pueden mencionar, en distintas zonas del mundo a lo largo de la historia a la sal, cuero, tabaco, ganado, clavos de hierro, etc.).
5. Al generalizarse el uso del dinero, los bienes de uso fueron superados por los metales (inicialmente el hierro, y luego se optó por el cobre, plata y oro). En los primeros tiempos, los metales eran utilizados en su forma originaria no monetaria, y su valor se calculaba por el peso y pureza.
6. En ese contexto, los gobernantes se involucraron en el mercado monetario con la excusa de garantizar la calidad y su peso correcto. Lo hicieron a través de la acuñación oficial de monedas.
7. La generalización del oro como dinero en todo el mundo, dio paso al surgimiento de certificados o billetes convertibles, que facilitaban el comercio al poder circular sin necesidad de mover el oro de los depósitos bancarios.
8. En determinadas épocas de crisis, los gobiernos intervinieron el mercado monetario, apoderándose de la disponibilidad del oro que existía en los bancos y disponiendo la inconvertibilidad temporal de los billetes
9. Ello dio paso al patrón oro cambio, en el que el oro ya no estaba disponible para los particulares como dinero, pero se suponía que los billetes emitidos por el Estado estaban respaldados por ese oro que se mantenía en reserva. La convertibilidad de los billetes por oro fue formalmente eliminada en Estados Unidos en 1972, a pesar que en los hechos ya hacía tiempo que no existía.
10. Esa evolución monetaria y la creciente injerencia estatal en el dinero llevó a la situación actual, de dinero fiduciario emitido monopólicamente por el Estado, sin respaldo en metal u otros bienes, e impuesto a través del curso forzoso.
11. Los avances tecnológicos dieron paso a formas de dinero virtual, creado artificialmente y cuya estabilidad está en principio garantizada por la imposibilidad de su emisión más allá de lo que indican ciertos algoritmos elaborados al momento de su creación. (6)
Sin la aparición del dinero, que potenció las ventajas de poder intercambiar excedentes, de cooperar en una acción productiva, de acumular riqueza, seguiríamos viviendo en las cavernas. La división del trabajo y la asociación permitieron incrementar exponencialmente la riqueza, pero para que ello ocurriera se necesitó un medio de intercambio, que al mismo tiempo permitiera acumular la previamente producida y facilitar su inversión en nuevos negocios. En la teoría económica, David Ricardo fue el autor que posiblemente inició el camino científico de explicar que la división del trabajo y la asociación permitirían una mayor productividad que el trabajo aislado, idea que a partir de entonces fue desarrollada por otros autores, fundamentalmente Ludwig von Mises(4) .
Es decir que el dinero, cumple dos funciones económicas fundamentales:
1. Es medio de intercambio, que facilita notablemente las posibilidades del comercio y permite superar los inconvenientes del trueque.
2. Contribuye a acumular riqueza, en la medida en que las personas pueden conservar en forma de moneda el valor de mercancías perecederas que de otro modo se echarían a perder, lo que genera incentivos para incrementar la producción y el comercio.
Al cumplir estas dos funciones, el dinero es una institución fundamental para el ejercicio de derechos de propiedad. Se facilita su ejercicio cuando existe un denominador común en los intercambios de todo tipo, y en especial en los que suponen contraprestaciones diferidas. De este modo, sin importar lo que cada uno haga, puede aprovechar su propiedad en forma generalizada a través de intercambios útiles. Los contratos son los instrumentos a través de los cuales se ejercen derechos de propiedad, y en aquellos contratos vinculados con transacciones de naturaleza comercial, el pago en dinero es un elemento esencial. Sin dinero, el comercio sería imposible, al menos en el nivel en que ocurre actualmente.
Por otra parte, la moneda permite conservar riqueza previamente producida y comercializada, lo que también genera incentivos para incrementar la producción y resguardar el valor de los bienes. Y esa riqueza acumulada, a su vez, facilita la inversión y el crédito, que incrementan notablemente la producción. El mundo dio un salto exponencial en cuanto a la riqueza y calidad de vida gracias a la acumulación e inversión del capital.
El valor adjudicado como moneda, en tiempos originarios en los que la autoridad política no estaba involucrada, partía del valor como mercancía que tenía el bien escogido, al que se le sumaba el valor de su posible uso como medio de intercambio. Pero para tener ese valor futuro y ser aceptado como dinero debía previamente tener valor como bien y ser utilizado como tal5 . De este modo, lo que la gente aceptaba como dinero para sus transacciones, no sólo evolucionó con el tiempo, y fue distinto en diferentes comunidades, sino también varió en el mismo momento y lugar, de acuerdo con las preferencias y valoraciones personales, lo que permitió que múltiples expresiones del dinero coexistieran y compitieran entre sí. De este modo puede considerarse al dinero como una formación (en el sentido hayekiano) en constante evolución.
Pero esa evolución fue entorpecida primero e interrumpida después por la intromisión estatal en una institución que jamás debió dejar de ser espontánea y producto de la cooperación voluntaria.
Los sistemas de convertibilidad regulada, y luego la sustitución definitiva del patrón oro por dinero fiduciario producida discrecionalmente e impuesta por el Estado, cambiaron completamente la naturaleza del dinero, lo que le ha dado a los gobiernos facultades que son muy peligrosas para el libre ejercicio de derechos de propiedad. El surgimiento de monedas virtuales que se desarrollaron con independencia del control estatal y su éxito inmediato en cuanto a la aceptación a pesar de su relativa clandestinidad, pone en evidencia los problemas de la moneda estatal y la desconfianza de la gente.
Mientras el dinero fue elegido por las personas en un proceso de libre mercado, estuvo constituido por bienes que generaban confianza y aceptación. Lo que cada persona determina al aceptar cierto bien como dinero es que satisface mejor que otros sus necesidades de contar con un medio eficiente de intercambio, y al mismo tiempo de reserva de valor. Cuando por algún motivo dicho bien perdía alguna de las cualidades necesarias que lo convertían en dinero, de inmediato dejaba de ser utilizado y era reemplazado por otro.
Sin embargo, hoy en día esa institución libre y evolutiva que ha sido el dinero, se ha convertido en todo lo contrario: pedazos de papel sin valor como bien de uso, emitidos por el Estado sin sujeción a ningún patrón físico limitado (como la cantidad de oro disponible), que circula en forma monopólica en buena parte del mundo, y posee curso forzoso, es decir, que debe recibirse obligatoriamente para cancelar deudas o efectuar inversiones.
III. La inflación
Al ser el dinero un bien más en el mercado, tiene un valor dado por las personas en sus relaciones de cambio respecto de los demás bienes y servicios.
De acuerdo con la ley de utilidad marginal decreciente, el valor del dinero –como el de cualquier otro bien- decrece en la medida en que se incrementa su cantidad, y viceversa. Como los recursos son escasos, las personas intentan satisfacer primero sus necesidades o aspiraciones más valoradas. A medida que se incorporan unidades extra de esos recursos, se van satisfaciendo necesidades o aspiraciones de menor valor. En otras palabras, a medida que tengo mayor cantidad de un bien y logro satisfacer las necesidades más valiosas que ese bien me proporciona, su valor disminuye(6).
Ello explica el proceso de oferta y demanda como mecanismo de determinación de precios, y por qué cuando la oferta se incrementa disminuye el precio y viceversa.
Si una persona dispone de agua en cantidad que sólo le permite beber, quien quiera su agua deberá ofrecerle a cambio algo muy valioso. Si su cantidad de agua aumenta, su valor de uso disminuye, por lo que estará dispuesto a aceptar algo menos valioso a cambio de una porción de su agua
El valor del agua en su poder disminuye en la medida en que aumenta la cantidad.
Si se sustituye agua por dinero, se habrá entendido la inflación
La inflación es el incremento de la cantidad de dinero, respecto de los bienes y servicios para cuyo intercambio contribuye. Si la cantidad de dinero aumenta, entonces personas que antes no tenían acceso a él ahora pueden adquirir bienes; otros que ven incrementados sus ingresos pueden acceder a bienes que antes no podían o no se decidían a comprar.
Un vendedor de heladeras que no tiene ventas debe bajar los precios. Pero al incrementarse la cantidad de dinero, de pronto aparecen nuevos compradores que antes no se decidían o no podían comprar. El incremento de las ventas lo lleva a incrementar los precios, debido a que entonces las heladeras se convierten en bienes relativamente escasos con relación al dinero.
Como el incremento de esos precios es consecuencia del incremento de la cantidad de dinero disponible, los precios suben de manera distorsionada, según las valoraciones de los tenedores del nuevo dinero. Pero en el contexto de tal distorsión, muchos precios aumentan y la valoración general del dinero disminuye.
En la percepción general, la gente ve a la inflación como el incremento de los precios, cuando en realidad lo que ocurrió fue un incremento en la cantidad de dinero que disminuyó su valor respecto de los demás bienes y servicios.
Ese proceso se ha visto a lo largo de la historia del mundo, fundamentalmente cuando los gobiernos se han involucrado en la creación o regulación del dinero.
Pero incluso en los primitivos sistemas de moneda privada consistente en bienes de uso, el incremento de la cantidad de dichos bienes ha sido generador de inflación. Un ejemplo interesante en este sentido es el del tabaco en Virginia, que durante mucho tiempo fue utilizado como dinero. Su valor y aceptación como medio de intercambio provocó un incremento exponencial de su producción y la consecuente disminución de su precio, lo que provocó 10 múltiples inconvenientes que acabaron descartándolo como dinero. Milton y Rose Friedman lo explican de este modo(7) :
Un tipo de dinero muy interesante y del cual se pueden extraer muchas enseñanzas fue el tabaco de Virginia, Maryland y Carolina del Norte: “La primera ley aprobada por la primera Asamblea General de Virginia, el 31 de julio de 1619 (doce años más tarde del desembarco del capitán John Smith y el establecimiento en Jamestown del primer asentamiento permanente en el Nuevo Mundo), se refería al tabaco. Fijaba el precio de este importante producto a tres chelines el mejor y a 18 peniques la libra del segundo tipo […]. El tabaco se utilizaba ya como moneda local(8).
En varios períodos el tabaco fue declarado la única moneda legal. Continuó siendo un medio básico de pago en Virginia y en las colonias vecinas durante cerca de dos siglos, hasta mucho después de la revolución norteamericana. Era la moneda que los colonos empleaban para comprar comida, ropas, para pagar impuestos e incluso comprar una novia… …
Como con el dinero, ocurrió también con el tabaco. El precio original asignado al tabaco en términos de la moneda inglesa era mayor que su coste de producción, de modo que los plantadores de tabaco se dedicaron a producir una cantidad cada vez mayor. En este caso la oferta monetaria creció tanto en forma real como figurada. Como ocurre siempre cuando la cantidad de dinero aumenta con mayor rapidez que la de bienes y servicios que se pueden comprar con ese dinero, los precios de los otros bienes aumentaron en términos de tabaco drásticamente. Antes de que la inflación acabara cerca de cincuenta años más tarde, los precios, en términos del tabaco, se habían multiplicado por cuarenta.
Los cultivadores de tabaco estaban muy descontentos con la inflación. Unos precios más altos de los otros bienes en términos de tabaco implicaban que el tabaco podía comprar una cantidad menor de esos otros bienes. el precio del dinero en términos de bienes es lo contrario del precio de los bienes en términos de dinero. Como es natural, los cultivadores pidieron ayuda al Estado. Se aprobaron leyes sucesivas que impedían a ciertas clases de individuos plantar tabaco, permitían la destrucción de parte de la cosecha y prohibían la plantación de tabaco durante un año. No sirvió de nada. Finalmente, los colonos intervinieron directamente, se agruparon y fueron por los campos destruyendo las plantaciones de tabaco: “Los daños alcanzaron tales proporciones que en abril de 1683 la Asamblea aprobó una ley que declaraba que estos grupos habían sobrepasado los límites del motín, y que su objetivo era la subversión del gobierno. Se legisló que si un grupo de ocho o más personas destruía las plantaciones de tabaco, se les debería prender, declarar traidores y condenar a la pena de muerte(9).
El tabaco como medio de pago ilustra vivamente una de las leyes más antiguas en economía, la de Gresham: “El mal dinero desplaza al bueno”. Los plantadores de tabaco, que tenían que pagar impuestos y otras obligaciones en términos de tabaco, utilizaron comprensiblemente el tabaco de la peor calidad para saldar estas obligaciones y se quedaron con el de mejor calidad para exportarlo a fin de conseguir monedas “fuertes”, es decir, la libra esterlina británica. Como consecuencia, sólo el tabaco de mala calidad tendía a circular como dinero. Se emplearon todos los resortes del ingenio humano para conseguir que el tabaco aparentara una calidad superior a la real: “En 1698 en Maryland se hizo necesario legislar contra el fraude de empaquetar hojarasca en barriles de gran capacidad que contenían tabaco de buena calidad en la parte de arriba. Virginia adoptó una medida similar en 1705, pero aparentemente no sirvió de nada(10).
Este ejemplo del tabaco ilustra muy bien en qué consiste la inflación, al vincularlo con un bien de uso en lugar de papel moneda fiduciaria. En especial cuando el bien utilizado por las personas como dinero es de aquellos que pueden ser producidos, las personas tienen la fantasía de que pueden crear riqueza produciendo ese tipo de bienes, y que sin importar la cantidad, su valor permanecerá inalterado. El ejemplo del tabaco –como el de muchos otros bienes a lo largo del mundo y de la historia- permite entender con claridad cómo se produce el fenómeno de la inflación.
El paso de los bienes de uso a las monedas metálicas, condujo a la intervención estatal directa en el mercado del dinero. Con la excusa de garantizar que las monedas contuvieran la cantidad exacta de metal y el peso correcto, los gobernantes comenzaron a acuñar monedas oficiales.
Se han registrado ejemplos en todas las épocas y regiones, en que los gobernantes alteraron el peso y la cantidad de mineral precioso en las monedas que acuñaban, para incrementar su cantidad, generando inflación.
En Roma, el incremento de los gastos provocados por las guerras y la obra pública llevó a que, una vez que la presión tributaria se hizo insostenible, se decidiera recurrir a la degradación de la moneda. Ello generó un incremento de los precios que, en tiempos de Diocleciano, se intentó paliar con controles de precios y regulaciones que agravaron el problema (11).
El desarrollo del concepto de soberanía y la lucha de los monarcas por imponer su poder en sus regiones, llevó a que el manejo de la moneda se convirtiera en una cuestión de Estado. Así lo señalaba Bodin al desarrollar en su célebre tratado publicado en 1576 la necesidad de que el Estado regule la moneda y la acuñe como expresión de su poder(12) .
Un ejemplo muy conocido sobre la alteración de la moneda por los monarcas fue el de la moneda de vellón, que se produjo en España aproximadamente para el mismo tiempo en que Bodin proclamaba la necesidad de que los gobernantes manejaran la moneda para evitar adulteraciones. El vellón es una aleación de cobre y plata, y las monedas de vellón eran muy populares en España en las pequeñas transacciones de la gente, por su escaso valor con relación a los escudos de oro y los reales de plata, monedas inalcanzables para la gente más pobre.
El amplio uso y popularidad de la moneda de vellón llevó a los monarcas Felipe II y Felipe III a manipularla, alterando las cantidades de metal que contenían para de este modo crear una suerte de impuesto invisible a través de la inflación(13).
Esta exacción generalizada fue puesta de manifiesto por el padre jesuita Juan de Mariana en su último libro publicado en 1609, donde denunció el robo producido por Felipe III en esa época, y cómo mediante esa maniobra de inflar la moneda establecía impuestos encubiertos que desangraban a la población14 . Consideraba a la inflación a la que el monarca sometía a la moneda como un “infame latrocinio”. Su denuncia pública le valió el encarcelamiento y procesamiento.
La tentación de los gobiernos por adulterar la moneda para estirar su cantidad ha sido constante en la historia, lo que llevó a Adam Smith a afirmar:
A mi modo de ver, en todos los países del mundo la avaricia e injusticia de los príncipes y Estados soberanos abusaron de la confianza de los súbditos, disminuyendo grandemente la cantidad real del metal que originariamente debían contener las monedas(15).
El afianzamiento en el mundo del patrón oro, desarrolló por una parte los títulos o letras que permitían mantener el metal en las bóvedas de los bancos y utilizar billetes convertibles que lo representaban. Esos billetes que los bancos emitían pronto se convirtieron en dinero, que era aceptado en la medida en que podía ser cambiados por oro ante su presentación al banco.
Pero la intervención estatal llevó a que en épocas de crisis, esencialmente durante las guerras, los gobiernos recurrieran a incautar el oro de los bancos y decretar la inconvertibilidad de los billetes, que debían obligatoriamente ser usados como dinero. De allí a incrementar la cantidad de billetes con relación al oro disponible, hubo sólo un paso (16).
Con la eliminación del patrón oro y la generalización del sistema de dinero fiat o fiduciario, emitido por cada Estado sin sujeción a ningún objeto físico, la inflación se facilitó enormemente, debido a la imposibilidad de control, acompañada por el curso forzoso de esa moneda monopólica emitida por el gobierno. A partir de entonces, la cantidad de dinero y el nivel de la inflación ha dependido de la menor o mayor seriedad o cuidado de los gobiernos en el manejo de su política monetaria. Es decir, de su autocontrol.
IV. La distorsión deliberada del concepto de inflación
El concepto de inflación ha sufrido una mutación en distintos idiomas, y pueden ponerse como ejemplos tanto al inglés –en el que no existe una autoridad del lenguaje-, como al castellano –donde la Real Academia Española elabora un diccionario que es seguido como el referente del idioma.
Dicha mutación no ha sido ni casual ni inocente. Los diccionarios en general reflejan cómo las personas utilizan las palabras y el significado que les dan; y a palabra “inflación” fue sometida a una intensa y persistente presión – por motivos fundamentalmente ideológicos y políticos-, para tergiversar su significado original y técnico.
A ello contribuyó el hecho de que para las personas comunes, lo significativo de la inflación es su consecuencia directa, esto es, el incremento en los precios –que en realidad es más bien la desvalorización del dinero frente a los demás bienes-. El observador común no ve que el dinero que posee en los bolsillos pierde paulatinamente su valor debido al incremento en su cantidad provocado por el gobierno, sino que ve que cuando va al mercado debe entregar más dinero para comprar los mismos productos, y a ello lo asocia con un incremento en los precios de los productos, y ve en el comerciante al principal culpable. Esta circunstancia ha sido hábilmente aprovechada por quienes pretenden desviar la atención de la gente en el hecho de que es el gobierno quien le roba su dinero al disminuir su valor, y hacerla creer que, en realidad, existen factores externos (crisis económicas domésticas o internacionales, guerras, epidemias, etc.) o perversos operadores (comerciantes, banqueros, especuladores), que son los culpables de que los precios aumenten.
Ya en 1960, Henry Hazlitt llamaba la atención sobre la ambigüedad conceptual respecto de la inflación en los diccionarios ingleses:
La inflación siempre y en todas partes, es producida por el aumento del dinero en circulación y del crédito. En realidad, la inflación es el aumento del dinero en circulación y del crédito. Si se recurre al diccionario American College, por ejemplo, se encontrará la primera definición de la inflación dada como sigue: “Expansión desmedida o aumento del circulante de un país especialmente por la emisión de papel moneda no convertible en metálico”.
En estos últimos años, sin embargo, el término ha llegado a usarse en un sentido radicalmente distinto. Esto se reconoce en la segunda definición dada por el diccionario American College: “Un alza considerable de los precios producida por una expansión excesiva de papel moneda o del crédito bancario”. Ahora bien: evidentemente, un alza de los precios producida por una expansión de la circulación monetaria no es lo mismo que la expansión de la circulación monetaria de por sí. Una causa o condición evidentemente no es identificable con una de sus consecuencias. El uso de la palabra “inflación” en estas dos acepciones completamente distintas deriva en interminables confusiones
. La palabra “inflación” se aplicaba al principio solamente a la cantidad de dinero. Quería significar que el volumen de dinero estaba inflado, abultado, en extremo dilatado. No es cuestión de simple pedantería insistir en que la palabra debería usarse en su acepción primitiva. Emplearla para significar un “alza en los precios” es desviar la atención de la verdadera causa de la inflación y de la verdadera forma de remediarla(17) .
Algo similar sucedió en el idioma castellano. En las sucesivas ediciones del Diccionario de la Real Academia Española de las últimas décadas, he encontrado estas definiciones de “inflación”:
La edición de 1970: “Excesiva emisión de billetes en reemplazo de moneda”. La edición de 1984: “Econ. Exceso de moneda circulante en relación con su cobertura, lo que desencadena un alza general de precios”. En la edición on-line, versión 2018: “Econ. Elevación del nivel general de precios”.
La primera de las definiciones transcriptas, que es de una época en la cual al menos formalmente continuaba rigiendo en el mundo el patrón oro, remite a que la inflación es, en efecto, la excesiva cantidad de billetes con relación a la moneda. Se refiere a los billetes emitidos por los bancos –privados y públicos-, que eran representativos del oro que existía como respaldo en sus arcas.
La inflación en este esquema se ha producido porque los bancos emitieron mayor cantidad de billetes que el oro guardado en sus arcas, o también en circunstancias excepcionales, como guerras, porque los gobiernos suspendieron la convertibilidad de los billetes por el oro y asumieron su control, emitiendo mayor cantidad de billetes para hacer frente a sus gastos. Se produce de ese modo una depreciación del valor de los billetes, lo que es visto por la gente como un incremento del “precio” de los bienes y servicios.
La segunda de las definiciones, ya una vez abandonado oficialmente el patrón oro y la convertibilidad, se enmarca en un sistema donde el propio Estado, como autoridad monetaria, emite la moneda en la cantidad que determina y obliga a las personas a utilizarla (dinero fiat). En este contexto, la inflación se produce cuando se emiten billetes en exceso con relación a los bienes y servicios que son la contrapartida. Si hay más billetes que mercaderías, claramente por una cuestión de oferta y demanda el valor de los billetes caerá.
En esta segunda definición, ya se incluye un agregado que conduce a confusión, al decir que “desencadena un alza general de precios”. Digo que genera con fusión por tres motivos: 1) introduce al alza de precios como integrante del concepto de inflación, lo que no es correcto; 2) no se produce un alza “general” de precios (si así fuera, sólo sería una cuestión de asiento contable, pues todos los precios, incluyendo salarios, subirían en la misma proporción); 3) tampoco es que los precios “suben, lo que ocurre es que la unidad utilizada para simbolizar esos precios ha perdido valor.
Lo que la inflación produce es una distorsión de los precios relativos, esto es, la relación entre el valor de los bienes y el de la moneda en la que se expresan los precios. No todos los precios se alteran al mismo tiempo ni en la misma proporción, porque no son los precios lo que se infla, sino la cantidad de moneda. La distorsión en el concepto de inflación llevó a que finalmente –en la acepción actual-, la Real Academia acabara cediendo a la presión política de identificar a la inflación con el aumento de los precios, salvando así la responsabilidad de los políticos y colocándola en cabeza de los comerciantes.
Ya desde hace tiempo, Ludwig von Mises advertía lo siguiente:
Para evitar ser acusado de las nefastas consecuencias de la inflación, el gobierno y sus secuaces recurren a un truco semántico. Tratan de cambiar el significado de los términos. Llaman “inflación” a 17 la consecuencia inevitable de la inflación, es decir, al aumento en los precios. Ansían relegar al olvido el hecho de que este aumento se produce por un incremento en la cantidad de dinero y sustitutivos del dinero. Nunca mencionan este incremento. Atribuyen la responsabilidad del aumento del coste de la vida a los negocios. Es un caso clásico de ladrón gritando “¡Al ladrón!”. El gobierno, que produjo la inflación multiplicando la oferta de dinero, incrimina a los fabricantes y comerciantes y disfruta del papel de ser un defensor de los precios bajos(18).
De este modo, la prédica política, teñida de ciencia económica, logró torcer el significado vulgar de la palabra inflación, produciendo ese efecto tan bien descripto por Mises(19).
V. La inflación como delito
Fuera del supuesto de reemplazo de billetes dañados o en los escasos y muy bien fundamentados casos en que un previo aumento sostenido de la producción de bienes justifique incrementar la cantidad de dinero, la emisión de moneda ocasiona un perjuicio directo a todas las personas.
Es una especie de depredador silencioso, que no se hace ver ni oír por las personas que, sin embargo, advierten las consecuencias de su aparición en sus propios bolsillos. Y como la inflación no tiene efectos automáticos ni parejos, en general perjudica con mayor intensidad a quienes reciben el dinero en última instancia y necesitan utilizarlo para sobrevivir y no están en condiciones de buscar formas de inversión que les permita evitar parte de sus consecuencias, es decir, a las personas con menores recursos económicos.
Pueden señalarse algunos delitos con los que es posible vincular la producción de inflación.
a. Delitos contra la propiedad
En primer lugar, y como se advierte con claridad, vulnera la propiedad, de una manera especialmente perversa. A diferencia de otras figuras penales contra la propiedad, la inflación no implica un apoderamiento físico en sentido estricto, como sucede con el hurto o el robo (el Estado no toma el dinero del bolsillo de la gente), o una maniobra para que la persona, engañada por su ardid, le entregue su dinero (estafa). En cambio supone que el Estado se queda con una porción del dinero de todos, haciendo que su valor disminuya. Es como un mago que hace desaparecer monedas ante los ojos de los perplejos espectadores de su actuación.
El cercenamiento del valor del dinero se hace a plena luz del día, con conocimiento y tácita aceptación de las víctimas, que en realidad actúan con tal pasividad como consecuencia del error en el que incurren al pensar que el origen de la desvalorización del dinero que tienen en sus carteras no se debe a la emisión monetaria. En todo caso, el ardid defraudatorio podría consistir en el engaño sostenido y sistemático sobre las causas de la depreciación de la moneda, del cual, como vimos, se han hecho cómplices hasta los redactores de los diccionarios.
De hecho, las acciones de aquellos que producen estos crímenes, no se dirigen específicamente a actuar sobre personas o bienes determinados. Por ello es una acción tan curiosa que, sin dejar de afectar la propiedad privada, supone acciones que podrían caer en la esfera de otros tipos de crímenes que lesionan bienes jurídicos distintos.
b. Delitos contra la fe pública. Falsificación y adulteración de moneda
Parece claro que la acción de los funcionarios que inflan la cantidad de dinero es similar a la de quienes en el pasado le quitaban metal valioso a las monedas para incrementar su cantidad. Es una forma moderna de adulteración. Los delitos contra la fe pública fueron entendidos originariamente como violaciones a la confianza depositada por el gobernante en sus funcionarios, lo que incluía al peculado, las falsedades en documentos oficiales, o asentadas 19 por notarios o escribanos, o la falsificación o adulteración de moneda acuñada por el Estado, violación de secretos, la quiebra fraudulenta de negocios públicos, etc.(20).
Al ser el Estado quien imprime el dinero en forma coactiva a través del curso legal y forzoso de billetes, su acción de incrementar la cantidad de dinero que las personas deben obligatoriamente usar y recibir en sus transacciones constituye una forma de adulteración.
Claro está que en rigor, lo que adultera el gobierno no es la moneda (o el billete) sino su valor. Los billetes siguen siendo iguales a otros que ya han sido impresos con anterioridad, emitidos por la autoridad legalmente autorizada y con los mismos signos y calidad de origen de los demás billetes. Lo que sucede es que al incrementar notablemente la cantidad, cercenan el valor de cada billete (no sólo de los nuevos, sino de los que habían sido impresos antes), generando una forma sui generis de adulteración.
c. Delitos contra la administración pública.
La acción de los funcionarios del gobierno que realizan estas maniobras que perjudican a la comunidad entera y al sistema económico del país, roza también varias figuras de delitos contra la administración pública.
Desde el incumplimiento de deberes de funcionario público o el abuso de poder, hasta las exacciones o la malversación, se pueden encontrar rasgos distintivos de figuras delictivas en la conducta de los productores de inflación.
Como hábilmente los políticos han cubierto sus huellas utilizando como en otras circunstancias a sus “economistas” de cabecera, siempre queda latente la duda –que en materia penal debe ser interpretada a favor del imputado- de que los funcionarios hayan obrado como lo hicieron siguiendo ciertas tendencias o teorías económicas, avaladas incluso por ganadores del Premio Nobel en la materia.
Por ello, si en el futuro se quisiera llevar estas conductas al ámbito del derecho penal, deberá ser clara la legislación al señalar que la emisión de dinero fuera de las taxativas excepciones mencionadas, deberá ser considerado una lesión a la administración pública, a la propiedad y a la fe pública, de modo que ningún funcionario pueda alegar su desconocimiento o confusión al respecto.
VI. Una propuesta concreta.
Desde que los Estados tomaron el monopolio legal de la moneda, no se ha reconocido limitación efectiva a su poder de degradar su valor –y por ese camino provocar una exacción a la propiedad privada de los habitantes-, más allá de los propios límites que se imponen a sí mismos, y que en la mayor parte del mundo no han servido para evitar la expoliación institucionalizada.
Por esta razón parece justificarse incluir en los códigos penales una figura que reprima los excesos de los gobernantes en su manejo del dinero, para la protección de los tres grupos de bienes jurídicos a los que me referí en el punto anterior. Me inclino por incluir la figura que propondré a continuación, dentro de los delitos contra la fe pública, en el capítulo de la falsificación de moneda.
Es verdad que la adulteración de moneda atenta contra el derecho de propiedad. Ello sucede claramente con el falsificador privado de moneda, que en general aspira a utilizar dicha moneda espuria como ardid para provocar disposiciones patrimoniales a sus víctimas.
Sin embargo, la adulteración de dinero estatal de curso forzoso, producida por el propio gobierno, excede la vulneración de la propiedad privada, entre otros motivos porque su finalidad no es la apropiación de una suma específica perteneciente a personas concretas, sino que la vulneración a la propiedad se produce como efecto indirecto de la verdadera intención del Estado, que es incrementar la cantidad de dinero para poder pagar sus deudas trasladando la carga a todos los habitantes.
Ello es particularmente claro tratándose de dinero fiduciario impuesto por el Estado, pues se trata de:
a. Dinero emitido de manera monopólica por el Estado y puesta a circular masiva e indiscriminadamente.(21)
b. Dinero de curso forzoso que debe ser aceptado en toda transacción de manera obligatoria.
c. Una producción de dinero de tal magnitud que tiene aptitud para modificar de manera sustancial la relación de valor del dinero con los demás bienes y servicios.
Es decir que no se trata ya de una adulteración puntual utilizada para engañar a personas determinadas y aprovecharse patrimonialmente de ellas, sino de una acción que, más allá de las distorsiones puntuales que origine en las transacciones, perjudica a la comunidad toda al afectar el valor general del dinero.
Por tal motivo entiendo que es aquí donde debe ubicarse esta figura. De hecho, el actual Código Penal argentino –sancionado en 1923, cuando aun regía el patrón oro en buena parte del mundo y existían billetes privados emitidos por los bancos- se preveía una pena de uno a seis años de prisión e inhabilitación absoluta por el doble del tiempo, para el “funcionario público… que fabricare, emitiere o autorizare la fabricación o emisión de moneda, billetes de banco o cualquier título… en cantidad superior a la autorizada” (artículo 287).
Lo único que impediría la aplicación de esta figura penal a los funcionarios del Banco Central responsables por la emisión monetaria en la actualidad, es la imposibilidad fáctica de determinar cuál es la cantidad “autorizada” de dinero que se puede emitir. El mismo Estado se ha autorizado a sí mismo a emitir dinero sin límites concretos, objetivos y externos a su propia voluntad.
Por tal motivo, la figura penal que propongo deberá ir acompañada de una modificación al estatuto del Banco Central o autoridad similar en cada país, por la que se pongan límites estrictos y claros a esa atribución, que permitan completar el tipo penal salvando el principio de legalidad.
El delito se verificará con la orden de emitir dinero y ponerlo en circulación más allá de tales límites. Violarlos, con independencia de las motivaciones del funcionario que promueve la emisión, supone una lesión a la confianza pública, que las personas depositan en el gobierno que maneja el 22 dinero, y que están obligadas a utilizarlo con todas sus consecuencias, debido a su curso forzoso.
Propongo entonces que se incorpore un último párrafo al artículo 287 del Código Penal Argentino, en los siguientes términos:
Se impondrá prisión de 3 (TRES) a 15 (QUINCE) años e inhabilitación absoluta por el doble del tiempo de la condena a prisión, y multa de 2 (DOS) a 20 (VEINTE) millones de pesos, al funcionario del Banco Central de la República Argentina que ordenare o autorizare la emisión de dinero de curso legal y forzoso en la República, en cantidad superior a la autorizada legalmente. En la misma pena incurrirán los funcionarios públicos que recibieren y pusieren en circulación dicho dinero, conociendo o debiendo conocer su origen espurio. Junto con la acción penal, deberán promoverse las acciones civiles en forma solidaria respecto de todos los imputados, para resarcir los gastos irrogados al Estado por la impresión del dinero ilegalmente producido. También deberá disponerse la inmediata destrucción de las sumas de dinero emitidas de manera espuria.
Ello requerirá, además, una modificación en la ley orgánica del Banco Central que establezca límites objetivos a la posibilidad de emitir moneda. En un sistema de moneda fiat que no está atada a la existencia de ningún bien en especial, la emisión sólo debería ser justificada para reemplazar aquella en mal estado que se destruye, en idéntica cantidad, y también de manera excepcional, en cantidades limitadas, cuando un sostenido y acreditado crecimiento en el tiempo de la cantidad de bienes y servicios en el mercado haga necesario adecuar la cantidad de dinero circulante. Ello debería ser dispuesto por ley del Congreso, con un límite a la emisión anual de moneda que no exceda del incremento en el mismo período del Producto Bruto Interno.
Cualquier emisión y puesta en circulación de dinero fuera de estos motivos y limitaciones, debidamente justificados, debería ser considerado cercenamiento punible.
Sujetos activos de este delito podrán ser tanto los funcionarios del Banco Central, del Poder Ejecutivo, y específicamente del Ministerio de Economía o quien ejerza sus funciones, que intencionalmente ejecuten u ordenen –en la esfera de sus atribuciones legales- la emisión del dinero y su puesta en circulación. En el caso de los funcionarios ejecutivos que disponen del dinero para su uso en gastos del gobierno, su responsabilidad dolosa se basa fundamentalmente en el mayor deber de cuidado que le exige el nivel y especialización de su cargo.
En tiempos en que la emisión de billetes nuevos será muy excepcional, el uso de tal dinero por parte de funcionarios que lo reciben del Banco Central requiere un cuidado especial para garantizar que su origen no es ilícito.
No tendrán responsabilidad los empleados que, cumpliendo órdenes superiores, ejecuten la acción material de imprimir el dinero. Tampoco es necesario que los imputados se involucren materialmente en tal impresión o en su utilización posterior. Basta con que emitan las órdenes para su producción o disposición.
El delito deberá considerarse consumado con la puesta en circulación – por cualquier medio que fuere- de ese dinero irregularmente impreso, sea por disposición del Banco Central o del Poder Ejecutivo. La figura admitiría tentativa, en el caso en que los funcionarios emitieran los decretos, resoluciones o circulares respectivas ordenando la impresión y puesta en circulación, pero que dicha circunstancia no llegara a materializarse por ser interrumpida antes, ya sea por la intervención de alguna autoridad gubernamental u orden judicial. En caso en que los billetes fueran efectivamente impresos, pero la maniobra fuera interrumpida antes de su puesta en circulación, a la pena prevista para la tentativa deberá unirse la responsabilidad civil por los costos de la emisión del dinero.
Por tal motivo, propongo también modificar la Carta Orgánica del BCRA –ley 24.144 y sus modificatorias-, agregando un último párrafo al artículo 3° en los siguientes términos:
A efectos de lo dispuesto en el párrafo anterior, el BCRA sólo podrá disponer la emisión de dinero de curso legal y forzoso en el país, en los casos en que deban reemplazarse billetes en mal estado cuya destrucción se disponga, o cuando una ley del Congreso lo autorice expresamente, sobre la base de un sostenido crecimiento de la producción de bienes y servicios debidamente acreditado. En este último caso, la cantidad de dinero circulante no podrá ampliarse por encima del incremento real del Producto Bruto Interno en el último año.
El resto de la normativa que organiza las funciones y facultades vinculadas con la emisión y puesta en circulación de 24 dinero por el Banco Central deberá adecuarse a lo dispuesto por este artículo.
Entiendo que estas modificaciones permitirían lograr dos efectos: 1) Aclarar que el responsable por la depreciación monetaria, que habitualmente el gobierno trata de explicar cómo un aumento de precios imputable a los comerciantes, es la autoridad estatal que dispone la emisión y puesta en circulación de moneda sin respaldo. 2) Desalentar esta perversa práctica gubernamental que llevan permanentemente a generar el déficit crónico en el presupuesto debido a un mal manejo financiero