Muro de Berlín

A 32 años de la Caída del Muro de Berlín ¿Qué muros faltan por derribar?

Han pasado 32 años de la caída del Muro de Berlín y, como cada año, en esta fecha conmemoramos el triunfo de la libertad, el fin de la transgresión de los derechos fundamentales y libertades individuales. El 12 de agosto de 1961, el gobierno de la República Democrática Alemana decidió levantar un muro que no sólo frenaría la migración dentro de Berlín, sino que separaría familias y cobraría la vida de más de 600 personas intentando huir.

En la Fundación Friedrich Naumann por la Libertad creemos en la importancia de revisar el pasado para no cometer los mismos errores. Es por eso que hoy, en el Día de la Libertad, hablamos sobres los diferentes muros que todavía existen en nuestra región; muros muy diferentes al de Berlín, pero que en todos los casos impiden a las personas buscar mejores oportunidades.

Muros de la vergüenza

América Latina es una de las regiones con más desigualdad y desde hace tiempo se pueden observar ‘Muros de la Vergüenza’ en varias de las principales ciudades de la región para separar a las poblaciones más pobres de las más ricas.

En Lima, la capital de Perú, se construyó un muro de 10 kilómetros de largo que separa a una de las zonas más lujosas de la ciudad de una de las más pobres bajo el argumento de protección contra la inseguridad. La construcción comenzó a mediados de los años ochenta y aisló a la Pamplona Alta, un conjunto de favelas, barrios y asentamientos irregulares que, actualmente, carecen de servicios básicos como agua potable y electricidad.

La inseguridad y la impunidad son la normalidad en esta zona, catalogados como el segundo distrito más inseguro, un dato que contrasta con su contraparte ya que, al otro lado, se encuentra la cuarta zona más segura de Lima.

Desde 2009, en Río de Janeiro comenzó la construcción de muros a lo largo de las favelas con la intención, de acuerdo con las autoridades brasileñas, de contener el crecimiento de los barrios y proteger a la reserva Tijuca del Bosque Atlántico.  

Son 13 favelas, asentamientos precarios que viven por debajo de la línea de la pobreza, las que han sido cercadas por los “muros de la discordia” y que, para gran parte de la comunidad, lo único que han logrado es agrandar las diferencias sociales del país y discriminar a los sectores más pobres.

Los muros fronterizos

Construido en 1994, la frontera México-Estados Unidos está dividida por un muro que busca, en primer lugar, impedir el paso de migrantes indocumentados provenientes no sólo de México sino del resto de América Central, América del Sur y el Caribe; además, se ha argumentado que es necesario por motivos de seguridad nacional de los Estados Unidos.

Al muro metálico se le suman las barreras naturales –zonas montañosas, desiertos y el Río Bravo– lo que hace el intento de cruzar la frontera un recorrido, en muchos casos, mortal; en los últimos siete años se han registrado más de 3,000 muertes o desapariciones en los diferentes puntos de la frontera.

Pero los riesgos no sólo están en el muro, sino que durante su viaje los migrantes son víctima de secuestros, trata de personas, desapariciones y abusos. La mayor parte de ellos huyen de situaciones de extrema pobreza, de la violencia o de desastres naturales en solicitud de refugio o asilo y que, en muchos casos, son regresados a México para ser extraditados.

Si bien la construcción del muro fue detenida este año, los más de 1,000 kilómetros de concreto continuarán levantados de manera indefinida.

En 2014 comenzó la construcción de un muro para separar dos ciudades fronterizas entre Argentina y Paraguay, que se encuentran a un puente de distancia y que hasta ese momento miles de personas cruzaban diariamente. ¿Para qué? Para tener un mayor control migratorio y endurecer la lucha contra el narcotráfico.

Ninguna de las dos ciudades le dio la bienvenida, lo consideraron una medida xenófoba que, además, representaba una barrera para el intercambio comercial, cultural y hasta sentimental que comparten desde hace casi cincuenta años.

Sin embargo, este muro tiene un final diferente. Si bien no está en planes ser demolido, se abrió un sector para facilitar el paso entre sí en 2017; y, en 2019 se convocaron a más de 50 artistas para intervenirlo. Se busca que el muro se integre al paisaje urbano y que se rescaten las costumbres e historia que comparten y así reconectar a las ciudades.

Los muros en fronteras o en ciudades no sólo implican una barrera física, sino que además marcan las diferencias sociales y frenan los procesos migratorios naturales y de intercambio cultural. Es fundamental crear espacios de coexistencia e integración, en vez de fragmentación y división, que fomenten las sociedades abiertas y plurales para el fortalecimiento de la democracia, el libre mercado y el estado de derecho en la región.